Por Jorge Carriles
Aunque nací en Tenochtitlan, hubo una primera vez que la admiré desde afuera. Habíamos ido a los reinos de Cholula. De regreso, al bajar caminando por lo que hoy es una carretera de cuota, hubimos de andar algo así como siete distancias que llamábamos a cada una “una carrera larga”, el equivalente a lo que los españoles llamaron después “una legua” y que hoy es algo así como cuatro y medio o cinco y medio kilómetros.
Tonatiuh - dios sol - tiró los oscuros cobertores de la noche sobre su cama y el cielo se tornó púrpura. Frente a las montañas nevadas hubo primero un centelleo tímido y luego una chispa valiente de luz. Como si se hubiera dado una señal apareció una segunda luz, y otra, y otras veinte, y veinte más y mil. Así admiré a Tenochtitlan por primera vez en mi vida, no como una ciudad de torres de piedra sino como una ciudad de luz.
México Tenochtitlan, Cem Anahuac. Es realmente el Corazón y el Centro del Único Mundo. Mira todo lo que puedas Mixtli dijeron los dioses. Tú puedes ver esta maravilla y muchas más de una vez, pero siempre y por siempre habrá sólo una primera vez.
domingo, 23 de diciembre de 2007
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