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jueves, 18 de septiembre de 2008

Reseña del triatlón Ironman en el Reino Unido

19 de agosto del 2007


Quiero empezar este relato con las palabras de Mark Allen[1], cuando hace referencia al campeonato del mundo del triatlón Ironman[2].

“El Ironman es un ventana hacia tu alma, en la cual verás si estas débil o si estás fuerte. Porque todos tenemos esas partes; partes que tienen dudas, miedos y se sienten nerviosas, y partes de ti mismo que son muy fuertes”…“la diferencia en esta carrera no está en tu nivel de condición física, sino que está aquí… y… aquí (tocándose con el dedo índice la cabeza y el corazón), de eso se trata esta carrera”

Como podrás leer en las siguientes líneas, en este último Ironman, me tuve que enfrentar a mis demonios internos de la duda, el miedo y la derrota; y ahora me ha quedado más clara esta diferencia de la que habla Mark.


“Siguiendo la tradición”

Los rituales de los dos días antes de la carrera que siempre disfruto muchísimo; los cuales consisten en: reconocer el terreno de la sede del evento, recoger las bolsas con los números de competencia y gorra para la natación, y la cena de carbohidratos en donde compartimos: experiencias, preocupaciones, tiempos esperados de competencia, risas, y “reteharto” pan y pasta. Estas acostumbradas actividades pasaron sin grandes eventualidades -salvo por el aire helado y el mendigo frío que estaba haciendo ese día viernes en el pueblo de Sherborne, ubicado en el condado de Dorset, al sureste de Inglaterra.
Aunque ya llevo más de 16 meses viviendo y entrenando en este país de reyes, hechiceros, y artistas de rock; todavía así, el frío me calaba hasta los huesitos. Y aún más en los de los pobres atletas que acababan de llegar de latitudes más calidas.

En esta ocasión nos quedamos mi pareja, mi mamá y su servilleta en la casa de una familia del pueblo sede del Ironman.-Les recomiendo a aquellos que viajan a eventos de esta naturaleza, buscar este esquema para alojarse, ya que es una experiencia inolvidable estar con estas familias quienes se desviven por atendernos y tratarnos como lo merecemos, después de la soba que nos hemos puesto en los meses de entrenamiento y en la carrera misma.

La casa de esta familia estaba a tiro de piedra del castillo de “Sherborne” lugar donde estaba instalado todo el campamento de la zona de registro y transición[3], montada en enormes carpas blancas. Y por supuesto también estaba ahí, el arco que marca la ansiada y tan anhelada meta.

El día previo a la competencia me salió lo mexicano, pues dejé todo hasta la última hora; que unido al hecho de no haberme informado bien de los detalles de la logística de la competencia, me hicieron que apenas llegara -corriendo a través de una lloviznita y un aire que no pararon en todo el día- al lugar indicado a entregar mis bolsas con comida para la bici y maratón. Estas bolsas, como bien se sabe, marcan una diferencia en un día tan largo como es el Ironman.
Ahora si todo listo y como decía el ratoncito Topo Gigio: “a la camita, a la camita…”

Me desperté a las 3:30 a.m. del día domingo para hacer mi acostumbrado ritual de meditación profunda por media hora antes de un Ironman. -¿y por qué tan temprano si estabas tan cerca del arranque? Dirás. Pues es que a estos condenados ingleses se le ocurrió empezar su Ironman ¡a las 6 de la mañana!
Mientras me concentraba más y más a esa hora de la madrugada, durante la relajación me llegó a la mente la imagen de un grande y hermoso roble, como los que hay por doquier en los bosques británicos. Era una señal que necesitaba descifrar. Tratando de interpretarla, pensé que esos enormes árboles empiezan su vida como una simple e “insignificante” semillita. Así fue que, físicamente me encogí lo más que pude sobre mi cuerpo en una posición fetal sobre la alfombra de nuestro temporal hogar, y bajo la tenue luz anaranjada de un farol, la cual se filtraba por la ventana, empecé poco a poco a extender lenta y sucesivamente: mis dedos, manos, codos, brazos, espalda y cabeza, simulando el crecimiento de un árbol.
Esta seria la estrategia a seguir para la competencia: Ser como un árbol. Arraigado siempre a la tierra y tomando fuerza de ella. Firme ante la tempestad y al mismo tiempo flexible y adaptable para no quebrarme por la exagerada rigidez y poder adaptarme a los cambios imprevistos. También así sería el día; al comienzo empezaría como una semilla y vería el resultado al final del mismo.

Poco o nada sabía sobre lo que iba a pasar más tarde ese domingo 19 de agosto.


“Los altibajos de la vida”

Llegué a la zona de transición hasta donde estaba mi bicicleta, después de andar unos 15 minutos más o menos. Me encantó el hecho de que, por primera vez en un triatlón, pudiera llegar caminando al arranque de la competencia desde donde he dormido la noche anterior.

El pasto de los terrenos del castillo de Sherborne estaba “hecho una sopa” por la constante llovizna del día anterior. Afortunadamente y gracias a Dios no se pronosticaba lluvia para hoy. Le di los toques finales a mi bicicleta -incluidos mi bendición- para luego irme al baño a orar y “obrar” de buena fe, antes de vestirme con mi traje de natación.

Cuando estaba terminando de ponerme mi wetsuit[4], anunciaron que se atrasaría el arranque 15 minutos debido a la baja visibilidad, ya que estaba nublado, nublado. Ni esperanzas de que saliera el sol; y por lo tanto no se podrían ver las enormes boyas amarillas que estaban flotando en el recorrido de la natación.
-“Ta’ güeno”. Me dije.

Caminamos hasta la orilla del lago Sherborne, cientos y cientos de Ironmans, Acuamanes y Orcas (al menos eso decían sus trajes) para poder meternos al agua, ya que comenzaríamos la prueba dentro de ella y no desde la orilla como en la mayoría de los triatlones.

Yo no sé si es porque soy medio masoquista y/o bien rudo, rudo, rudísimo, pero ¡realmente me encanta el arranque masivo! En esta ocasión éramos 1500 los nadadores, apretujados unos contra otros, cual cardume humano. Nos damos patadas y puñetazos; empujones y cabezazos como si estuviéramos en medio del “Slam” en un concierto de rock pesado.
Lo que no me gusta para nada es el agua fría. Cuando metí mis pies al lago sentí como si me los estuvieran acuchillando. El agua no estaba fría…!Estaba helada!
Y ahora sí que “ni hablar mujer, traes puñal” y “a lo que te truje Chencha”. Me metí al agua y nadé de estilo pecho un tramo de 200 Mts. hasta el lugar de arranque -necesitaba mantener por lo menos mi cabeza caliente-. Cuando por fin puse mi cabeza dentro del agua, para mi gran sorpresa ¡no se veía ni mad…nada! Puse mi mano frente a mí para checar la visibilidad y no se podía ver mas allá de 30 cm..
El agua, además de congelada ¡estaba increíblemente turbia!
Con la cabeza metida en el lago sería casi como nadar en la oscuridad

¡Zazz!!...!Sockk!!... ¡Puuum!!.. ¡Cuácatelas!!! ¡Santas madrinas Batman, nos atacan por todos lados!
La sirena de arranque había sonado y empezaba nuestra largísima jornada de 226km.

Nadé lo mejor y más relajado que pude las dos vueltas de las que consiste el recorrido de los respectivos 3,800 mts.
Los meses de entrenamiento, la nueva técnica de nado, y mi nuevo super traje de manufactura británica, me ayudaron a bajarle 13 minutos a mi tiempo promedio en la parte de la natación.

Salí del agua para entonces irme a coger mi bolsa de ropa, mientras iba corriendo con mucho cuidado para no resbalarme por el pasto mojado y el lodo que se había formado en varias partes del terreno.

La única parte plana del Ironman del Reino Unido, es el agua. Los recorridos en bici y el maratón son un interminable y desafiante subir y bajar, subir y bajar; unas veces imperceptible y otras tantas muy drástico. De hecho, la geografía de esta bella isla es en su mayoría de esa forma; ya que en realidad no hay muchas grandes planicies que digamos.

Empecé entonces la primera de tres vueltas, de 60 km. cada una. Y prácticamente de inmediato apareció la primera subida.

Mes y medio antes del Ironman, había hecho un evento ciclista que recorrió exactamente la ruta que una semana después se haría en la etapa uno de la Tour de France. Fue un privilegio y un desafío hacer y terminar esa carrera.
Lo que no me gusto de ese día fue la apatía del público inglés. Y aún en la tour misma, el público siguió igual de aguado seis días después, cuando fui a Londres a ver la prueba contra reloj.

Esta vez, para mi grata sorpresa, el público del condado de Dorset y el pueblo de Sherborne ¡era super, super, entusiasta! Nos apoyaron en todo momento y sin cesar, a pesar del viento y el día nublado que estaba haciendo.

Después de haber rodado sin eventualidades por 40 km. llegué a una colina llamada “el gigante”. Se llama así porque en una de sus laderas está dibujada en la piedra caliza, la descomunal figura de un hombre prehistórico con un mazo sobre su hombro, y el cual inocentemente, también tiene trazada una enorme erección que seria la envidia de muchos hombres (me incluyo en la lista). Ahí está el gigante…contemplando la verde campiña británica desde hace centenares de años.
Esta era la subida más larga e inclinada del recorrido en bici.

Iba a medio ascenso de esta colina cuando decidí hacer un cambio de velocidad, usando el desviador trasero como lo había hecho, literalmente, decenas de miles de veces a lo largo de los casi ocho años que llevo haciendo triatlón, cuando de repente me pasó algo que nunca antes me había ocurrido hasta ese momento.

Cuiqui, Cuiqui, Cuiqui… ¡Pack!! ¡Mi cadena se había roto!!
-¡Oh shit!! - Dije tratando de conservar la calma. Desatoré rapidito mi zapatilla del pedal para no azotar. Me hice a un lado ya que, delante y detrás de mí, había una fila interminable de ciclistas. Me bajé de la bici y la pesadilla de ver colgando mi cadena, como si fuera un delgado hilito movido por el viento, era real, estaba pasando en este momento.
No sé si tú sabes reparar una cadena rota. Yo no sé. Ni mucho menos tenía la herramienta para hacerlo.
Estoy consciente que es mecánica básica de supervivencia, mas nunca había tenido la necesidad. Llantas ponchadas, las que quieran, pero esto no.

Había estado parado allí por algunos segundos pero ya me habían pasado miles de ideas por la cabeza y un sin fin de emociones por el corazón, cuando vi a un oficial de la carrera que venía en su moto. Le hice señas para que se parara. Ahí estábamos los dos, él sentado sobre su moto, usando una chamarra fosforescente, y yo parado al lado de mi fiel y arruinada bicicleta amarrilla, a la mitad del “gigante”, bajo un cielo que empezaba a clarear ( para mí más bien se ponía muy negro).

-¿Qué pasó?-me preguntó el oficial.
-Mi cadena se rompió y no tengo forma de repararla- dije con una voz que sonaba entre desesperada y ecuánime.
-¿Hay alguna camioneta de auxilio mecánico?- le pregunté.
-No hay tal camioneta, el único lugar donde pueden dar auxilio mecánico es en la zona de transición (que estaba a 20km de distancia)- me respondió
-Y en los puestos de abastecimiento[5], ¿no hay ningún mecánico?- le pregunté, tratando de buscar opciones a mi desesperada situación.
-Me temo que no- me contestó, y entonces añadió
-El más cercano está a 6 km. cuesta abajo… ¿Quieres retirarte?- me preguntó el práctico y metódico oficial.
Mirándome a los ojos me dijo -Necesito avisar a la organización sobre tu baja de la competencia. Entonces… ¿Qué decides?… ¿Te retiraras de la carrera?- me volvió a preguntar asertivamente, mientras sostenía su radio entre sus manos.

La piel se me puso como carne de gallina. Sentí un vació en el estomago que no sentía desde hacia más de 20 años cuando mi hermano estuvo apunto de morir ahogado. La cabeza me daba vueltas y la visión se me nubló. En segundos pasaron frente a mí, las caras sonrientes y animadas de mi familia en México que me había mandado un video con mensajes de aliento, los cuales había visto la noche anterior.
De alguna forma estaba ya aceptando mi destino: el no poder finalizar la competencia, después de haber entrenado nueve meses y reunido 22 mil pesos en patrocinios para obras de caridad que muchísima gente ya me había dado, a cambio de terminar el Ironman.

No sabía (más bien ya lo estaba pensando) que diría al enfrentarme a la pregunta de: ¿cómo te fue en la competencia? En ese momento se me hizo un nudo en la garganta y me dieron ganas de llorar. Los ojos se me llenaron de lágrimas, mientras el oficial seguía esperando mi respuesta con el radio en mano.
Además, me preocupaba mucho el hecho de que mi mamá (que había venido desde México), mi pareja y su familia quienes también habían hecho el viaje a Sherborne, me estaban esperando a que llegara a la transición.
Estaba viendo la triste realidad de la derrota y no poder concluir aquello que quería y en lo que había invertido tantos recursos. Y no solo yo, sino mucha gente también.

Como dice Mark Allen: “el Ironman es una ventana al ser”. Y en esos momentos de mayor oscuridad, vislumbré una luz dentro mí. Me aferré a algo, no sé exactamente a que. Quizás a la inspiración de un ciclista quien en el campeonato mundial de Hawaii, cargó en sus hombros por los últimos diez km. su bicicleta que estaba hecha trizas, cuando una moto lo arrolló y casi muere por ello; y aún así logró terminar ese Ironman. Tal vez esperaba ingenuamente que algo sucedería. O de plano me esperanzaba a que ocurriera un milagro. No lo sé, pero le dije al oficial.
-“Péreme tantito, todavía no me retiro”.


“Angelito de la guarda, mi dulce compañía, no me desampares ni de noche, ni de día”

Pasaron unos 2?..3?..5? minutos. ¿Quien sabe cuántos? Cuando el oficial y yo escuchamos un grito.
-¿! Alguien tiene una bomba!?- Se escuchó en ingles
Cuando giré mi cabeza para ver quien había gritado. La pregunta venía de un espigado y blanco competidor británico, cuyo acento flemático delataba su nacionalidad.
-¡Yo tengo una!- grité inmediatamente.
El atleta que tenía el numero 538 se paró junto a nosotros.
-¿Qué te pasó camarada?- me preguntó con el aliento entrecortado.
-Mi cadena esta completamente rota y no tengo forma de arreglarla- le contesté.
-A ver, enséñame tu cadena.- me ordenó todavía jadeando.
Al verla cuidadosamente y ante mi reservado optimismo, me dijo.
-Tú ocúpate de echarle aire a mi llanta y yo me encargo de arreglar tu cadena.

¡¡Era como si de repente, el cielo se hubiera iluminado por completo!! Sentí un torrente de energía subiendo por mi abdomen y pecho hasta salir por mi cabeza.

Inmediatamente le dije al oficial que parecía que podría seguir, que todavía no me retiraría.

Así fue que mientras yo le echaba aire a la llanta de su bicicleta, él seguía reparando mi cadena.

Mientras este atleta, quien respondía al nombre de Jack, trataba de componer la avería lo más rápido posible, gimiendo y frunciendo su entrecejo a causa del esfuerzo que estaba haciendo, me dijo que se había roto su muñeca y un par de costillas durante la parte de la natación. Y aún así este hombre era habilísimo con sus manos y herramientas de bolsillo. Todo esto le sumaba todavía más dramatismo y valor a la reparación.

Las cosas eran más complicadas de lo que habíamos pensado los dos. Mi desviador delantero[6] estaba inservible. Cuando por fin logró quitarlo del cuadro[7] de la bici, vimos que se había doblado completamente. Lo que debería ser una línea recta, tenía una forma de letra “C”. Guardé la retorcida pieza como recuerdo.
El jalón al romperse la cadena fue tan fuerte que otra pequeña pieza que sobresale del cuadro de la bici para montar el desviador, quedó hecha añicos también.

-Revisa como está mi llanta- me pidió mi ángel de la guarda inglés, mientras seguía haciendo milagros en mi bici.
-¡Está ponchada!- le dije

Mientras el habilitaba mi bici para que pudiera rodar solamente con el disco pequeño de 39 dientes[8] (el otro disco de 53 dientes quedaría inutilizado por completo), yo le empecé a cambiar su llanta que eventualmente, juntos terminamos de montar con otra de repuesto.

-¡Voy a acabar esta carrera cueste lo que me cueste!- me dijo Jack, mientras se subía en su bici con su cara y manos llenas de grasa que lo hacían verse como un fiero guerrero escoses de la película “corazón valiente” montando su caballo de batalla.

Mientras él empezaba a pedalear por la colina, al alejarse me gritó.
-¡Ten cuidado al hacer los cambios, tu cadena quedo muy débil!
- “¡Oops!”- Dije haciendo una mueca de preocupación.


Estaba en el kilómetro 179 de los 180 por recorrer en la sección de ciclismo.
-¡Ya la hice! ¡Ya la hice!! Pensaba en esos momentos, mientras sacudía mi puño derecho e inclinaba mi cabeza, también hacia la derecha, en señal de victoria.
Cuando me acercaba a la zona de desmonte, vi a parte de la familia de mi pareja Dawn: su hermana Gail, su cuñado Bill y sus dos sobrinitos Zoe y Jamie. ¡Me dio un gusto enorme poder verlos! Me bajé de la bici para saludarlos y contarles lo que había pasado. Les di mi pequeño y doblado souvenir; y bajo la orden de un “!keep going, keep going!”(¡síguele, síguele!) que grito la sobrinita de 9 años, me fui volando a la transición, mientras continuaba celebrando con unas ganas y algarabía, como si ya hubiera terminado el Ironman. ¡Estaba feliz, feliz, feliz de haber podido llegar hasta ese punto!!
-No le hace como le voy a hacer pero ¡hasta gateando termino este maratón!’ Me dije a mí mismo.







El arte de la supervivencia y la improvisación.

El trayecto de los siguientes 42.2 km. a pie, consistiría en: los arbolados y extensos (y por momentos muy enlodados) terrenos del castillo, por donde daríamos dos vueltas para después cruzar el pueblo de Sherborne y entonces dar dos vueltas más en otro circuito que recorría la carretera que une a Sherborne con la ciudad de Yeovil, para luego volver a correr por el pueblo y así finalmente regresar al castillo. Dicha autopista esta prácticamente en pleno despoblado y solo hay gente en los retornos y puestos de abastecimiento. El trayecto del maratón seria -como en el tramo de ciclismo- un interminable subir y bajar de colinas y colinotas.

Salí corriendo de la transición mostrando orgullosamente mi uniforme azul marino con vivos grises que me dio el Club Rotario Internacional; el cual, me cubrió el costo de inscripción del Ironman a cambio de reunirles 1,000 Libras (22 mil pesos aproximadamente) para causas de caridad: como la lucha contra el cáncer de sangre y pecho, un hospicio para niños y niñas, programas deportivos para jovencitos británicos de bajos recursos, entre otras causas.

De pronto vi y oí al resto de mi porra oficial: mi mamá, mi novia y su madre. El señor Robinson (papá de Dawn ) estaba más adelante en el recorrido a pie . Mi mamá y la señora Robinson tenían unos grandes y coloridos sombreros tipo mexicano que había comprado en Oxford, y junto con Dawn estaban armando una escandalera con: maracas, matracas, cornetas, trompetitas, y una campana lechera estilo tour de France, vestidas con camisetas verdes y blancas que traían puestas sobre sus chamarras; al tiempo que ondeaban dos enormes banderas. La más grande de ellas me la había mandado mi familia desde México.
(Esta bandera tiene un significado muy especial ya que es la que han puesto en casa de mi abuelita durante muchos años cada 15 de septiembre. Me dijo mi familia, a través del video que miré el día anterior, que esta bandera me la enviaban cargada con los sentimientos, energía y amor de cada uno/a, que sintiera como si todos estuvieran en ella.)
Me paré a saludarlas y después de varios besos y abrazos seguí corriendo.

Iba medio destapado considerando las condiciones climatologías y las recomendaciones de la organización, pues solo usaba mi trisuit[9] y una gorra para correr, confiando en que podría acabar el maratón antes de que anocheciera y seguro de que ya estaba adaptado al frío de Gran Bretaña.; pero…“!La vida te trae sorpresas, sorpresas te da la vida, ay Dios!” Como dice la canción. El viento soplaba fortísimo y estaba frío, frío, lo cual bajaba la temperatura cada vez que llegaban las ráfagas de aire.
No había mucho que hacer, más que seguir corriendo y comiendo para no enfriarme.

La pared[10] me pegó antes de lo esperado, ya que en el kilómetro 12 empecé a caminar. Mantener mi cuerpo caliente me estaba consumiendo mucha energía y requería de más comida.
Fue que una vez más, como en el Maadman de Cancún[11], una barra energética me salvó la vida. Después de comérmela, ya no me detuvo nada ni nadie. -Salvo cuando tenía que pararme a hacer pipi.

Me hubiera encantado saber, y así poder contarte, la historia de todos los que andábamos ahí, haciendo esa locura del Ironman.
Historias como la del hombre que vi caminando, con la mitad de su zapato derecho completamente rota en la parte del talón. Me imagino que ya no aguantaba más las ampollas y de plano agarró unas tijeras, de quién sabe dónde, y “le dio cuello” a sus tenis marca “Saucony” color naranja con blanco. O la de mujer que iba trotando como charrito PEMEX y se iba echando agua en la entre-pierna tratando de aliviar las rozaduras en su piel. O la de mi compatriota mexicano, Diego Escudero quien cuando lo vi, apenas a media tarde, ya iba temblando de frío, (todavía le faltaba enfrentarse a la parte mas fría del día cuando cayera la noche) enconchándose sobre su cuerpo. Se protegía su pecho con sus brazos, y los brazos con sus heladas manos que cubrimos con unos calcetines medio húmedos, que encontramos por ahí tirados en la carretera.
En mi segunda vuelta lo vi nuevamente, esta vez, con una manta plateada para hipotermia. Mas el pobre Diego quien vive en la calurosa ciudad de Los Ángeles, seguía tiritando de frío y en la misma encogida posición.
Me gustaría poder platicarte todo lo que pasó con ellos tres. (¡Diego si logró terminar! Como buen mexicano, no se su supo rajar) Sin embargo solo puedo contarte mi historia que fue también, de pura supervivencia en el maratón.

En el Ironman de Canadá en el 2004, cuando estábamos saliendo de la zona de abastecimiento en Keremeos en la ruta de ciclismo, un amigo que iba pedaleado conmigo, sacó de una de las bolsas de su yérsey, un periódico el cual tiró al suelo en un área para basura.

-¿Y ese periódico Hermes, a poco lo trajiste para ir leyéndolo en el camino y no aburrirte?- le pregunté con desconcierto y mofa.
-No’mbre cómo crees- me respondió riéndose
-Era para cubrirme el pecho por si hacía mucho frío en la bajada de Richter Pass- me dijo.

De regreso en la ondulada y desprotegida carretera de Sherborne a Yeovil, me estaba empezando a dar frío a mí también. La misión ahora era encontrar un “…che” periódico, siguiendo el tip de mi cuate. Lo malo es que los limpios y pulcros británicos no tiran ni un papel en sus carreteras, y me costó un buen rato encontrar un diario. Ya con mi periódico sobre mi pecho, ahora calientito, fue que le dije al frío “!no contabas con mi astucia!” emulando al chapulín colorado.

La temperatura seguía bajando; el sudor y el agua que iban mojando mi traje se sentían muy frías cuando les pegaba el viento. Fue entonces que vi pasar a “un hombre bolsa”. Era un cuate que llevaba puesta una enorme bolsa negra de basura (vacía claro está). Al poco rato ya éramos dos los embolsados, tras haberme conseguido mi nuevo atuendo en un puesto de abastecimiento. Le hice tres hoyitos, ¡y ya esta! Creo que es la ropa de triatlón mas barata que he usado. Me sirvió tan bien la nueva moda otoño-invierno, que los últimos 21 km. los corrí 28 minutos más rápido que los veintiún primeros del maratón.



El árbol finalmente da sus frutos

Ahora sí estaba toda mi porra oficial junta, esperándome al lado de la línea de meta en la cima de la última subida. Habían estado al pie del cañón por prácticamente todo el día, sin importar las largas horas de espera y el inclemente viento frío. Llegué a los últimos 200 mts. de mi largísimo, largísimo día.
Me arranqué de un solo jalón mi bolsa de plástico, al puro estilo de “solo para mujeres” (creo que unas chavas se emocionaron mucho al verme porque pegaron un grito…como si hubieran visto a Luís Miguel).
Me saqué el periódico y corrí a agarrar la enorme bandera mexicana que Bill estaba sosteniendo. Me la dio y…


No puedo describir con palabras la alegría y el gozo que estaba sintiendo en esos momentos. Era un regalo del cielo. Me sentía profundamente bendecido, agradecido y aliviado porque se me había permitido llegar a la meta de esta forma, y no con mi bici sobre una camioneta, llevando la pena y la agonía a mis espaldas de no haber terminado lo que empecé.

Agitaba delante de mí, lo más fuerte que podía, la bandera tricolor mientras levantaba mi cara al cielo, agradeciendo desde lo más profundo de mi alma, a Aquello/a y aquellos/as que habían hecho esto posible.
¡Síííí,síííí,sííí! Decía, mientras saltaba de forma casi incontrolable y anunciaban mi nombre y país por el sonido local.
Puse el emblema nacional atrás de mi espalda con mis brazos extendidos, y empecé a correr en zigzag hacia la meta. Me paré de golpe y sentí que iba a darme una vuelta de campana en el aire hacia atrás, al intentar usar la bandera como cuerda de saltar. Luego la tomé con la mano derecha, y le di vueltas y más vueltas mientras seguía corriendo dando salto tras salto.
Finalmente, llegué bajo el gran reloj electrónico que marca el tiempo de competencia y que está debajo el arco de meta. Extendí mis brazos al cielo y di un salto enorme. Tan alto que golpeé el relojote arriba de mi cabeza. Sentí como se balanceaba peligrosamente, y por un momento pensé que se me iba a venir encima. Afortunadamente no fue así. Lo que sí se me vino encima fue una hermosísima y especial medalla, y una bola de felicitaciones del público ahí reunido, mi mamá, amigos, Dawn, y su familia.

Nos tomamos las fotos respectivas del recuerdo. Me fui por mi bolsa de ropa seca. Me cambié de ropa. Luego me dirigí a la tienda de comida a tomarme una sopita de tomate y comerme unas enormes rebanas de pizza. Luego recogí mi bici para finalmente irnos todos juntos caminando a la casa, donde me esperaba una tina de agua bien caliente, en la cual me quedé profundamente dormido.



La enseñanza

¿Que aprendí en este mi quinto Ironman?:

· Que no hay quinto malo. (Por lo menos es lo que he escuchado).

· A no perder la esperanza pase lo que pase. Por más negras que se vean las cosas, siempre habrá algo que saldrá para ayudarme.

· Que tengo grandes recursos de adaptación e improvisación, los cuales he heredado de mi familia y la cultura latina.

· A aceptar que hay cosas que están completamente fuera de mis manos. De hecho, los que saben de estas cosas, dicen que el 80% de los eventos externos están fuera del rango de nuestro control; sin embargo, sí es controlable nuestra respuesta ante dichos eventos.

· A no dar nada por hecho sin antes ver la culminación del mismo. Ya anticipaba la celebración del final de la carrera (diferente a visualizar) como si estuviera garantizado que acabaría el Ironman, sin siquiera haber empezado a nadar.

· A que puedo enfocar mi mente por más tiempo en el aquí y el ahora. Mientras rodaba en mi bici de 5 velocidades (no podía usar más que los cambios centrales del piñón de ocho velocidades[12]) cada vez que pensaba en como correría el maratón, arreaba con mi mente a mis descarriados pensamientos a donde serian mas útiles, y que era la tarea de ese momento: evitar que se volviera a romper la débil cadena, haciendo cuidadosamente los cambios para terminar la parte del ciclismo.

· Y finalmente. A ser más agradecido con esta tierra británica y su gente. Esta cultura me ha ido aceptado poco a poco, y yo a su vez a ella. Hay mucha magia y tradiciones ancestrales en esta hermosa isla que ahora es mi nuevo hogar adoptivo.

¡Ah! se me olvidaba. Ya me a apunté a un mini-curso de mecánica para aprender a arreglar cadenas rotas.

¡Nos vemos en Niza al sur de Francia, primeramente Dios, el año entrante!





[1] Triatleta estadounidense quien entre sus innumerables logros, se coronó seis veces en el campeonato mundial Ironman en la isla de Hawai.
[2] Prueba deportiva que se lleva a cabo en países de los cinco continentes, y que consiste en: nadar 3.8km., pedalear 180 km. en bicicleta y finalmente correr un maratón, 42.2km. Todo en un solo día.

[3] Área en la cual se ejecutan los cambios de ropa y equipo para pasar de un deporte a otro
[4] Traje térmico hecho de neopreno que permite nadar en bajas temperaturas
[5] Zona que es instalada por la organización de la carrera, en donde hay baños portátiles, comida y bebidas propias para este tipo de eventos.
[6] Pieza mecánica que ayuda a hacer los cambios de velocidad, al desplazar la cadena entre los diferentes discos delanteros que tienen distintas dimensiones.
[7] Estructura principal de la bicicleta y en la cual se montan todos los diferentes componentes (ruedas, manubrio, asiento, frenos, cambios etc.)
[8] Disco que requiere de mayores revoluciones para avanzar y de menor esfuerzo al pedalear lo que lo hace ideal para el ascenso de pendientes. Los discos recomendables para bajadas y terreno plano son los que tienen mayor numero de dientes (53 por ejemplo)
[9] Traje delgado hecho de licra que se usa para hacer los tres deportes que conforman el triatlón.
[10] Sensación física y psicológica que se experimenta al alcanzar un límite físico y mental durante una prueba de larga distancias.
[11] Triatlón de distancia Ironman llevado a cabo en la ciudad de Cancún, Quintana Roo en Noviembre del 2003
[12] Pieza mecánica que se ubica en la rueda trasera de la bicicleta y que tiene discos dentados de diferentes tamaños que se usan para cambiar la velocidad de avance de la bicicleta

viernes, 22 de agosto de 2008

Reseña del Ironman de Francia,

Niza 22 de junio del 2008
Por Noe Orozco Segoviano

El escenario y sus actores
Alrededor de 40 países representados, y con la participación de 2270 atletas, (84 mexicanos entre ellos), partimos en punto de las 6:30 de la mañana, para realizar la prueba deportiva más dura de un solo día, el triatlón Ironman. Llevado a cabo en esta ocasión en el sur de Francia, y que consistió en: nadar 3.8 Km. en las cristalinas aguas color turquesa del mar mediterráneo, pedalear 180 km a través de los imponentes Alpes franceses, (que es el circuito más hermoso de bicicleta de la serie Ironman y el segundo más desafiante del mundo, ya que cubre una de las etapas de montaña de la Tour de France). Y finalmente, correr 42.2km (un maratón) a lo largo de la línea costera de la joya de la Costa Azul, en la sofisticada y calurosísima Niza. Todo en un tiempo límite de 16 horas.

Los momentos previos:
En la silenciosa y bella madrugada del domingo 22 de junio, caminando por la extensa y multicolor plaza del centro de Niza, decenas de personas aparecen como espectros en la tenue oscuridad. Unas de ellas vienen de la noche de juerga que pasaron en las discotecas de la playa de Niza, portando vasos de cerveza en sus manos, con caras sonrientes y cansadas; otras, como yo, marchan a paso apresurado, cargando bolsas con equipo deportivo, acompañadas de sus familias, parejas, y/o amigos/as, caminando rumbo al paseo costero “Promenade Des Anglais”, donde se encuentran ya, perfectamente acomodadas, miles de bicicletas a las que nos acercamos para hacer los preparativos finales, en medio de un transparente y cálido aire; en el cual, se siente la excitación de otro triatlón más, o en cientos de casos, el miedo a lo desconocido del primer Ironman. Se pueden “oler” los nervios de la mente que se pregunta “¿Me habré preparado lo suficiente? ¿No se me habrá olvidado algo? ¿Y qué pasa si…? Estas preguntas se mezclan con la fuerza de nuestros entrenados cuerpos, el amor en el corazón por nuestros seres queridos, y el compromiso en el alma con nuestro país y equipo. Esos son para mí, los momentos antes de un empezar un Ironman: un mini universo donde las metáforas de vida se vuelcan, en miles de sentimientos y pensamientos, dudas y certezas, sueños y esperanzas, gozo y dicha sublimes.

La natación:
La natación requirió de lo mejor de nuestras habilidades para la orientación en aguas abiertas, debido al circuito en forma de rombo, las dos vueltas en sentidos opuestos, y la salida temporal del agua, corriendo un tramo por la playa para después entrar otra vez al mar de codazos, puñetazos y patadas propinados, por y a ,los miles de cuerpos quienes, cubiertos de trajes de neopreno negro, forman un cardume humano que se mueve de forma casi hipnótica por la agitadas aguas mediterráneas, cuyas cristalinas gotas de agua brillaban como un collar de perlas, contrastando con las oscuras siluetas de los poderosos brazos de los nadadores, recortadas por el sol que aparecía poco a poco sobre el horizonte francés.
Después de estar en una burbuja dimensional, (el tiempo siempre parece comprimirse en la parte a nado) apresuramos nuestra salida del mar, que se ve entorpecida por el dolor en los pies al pisar las duras piedras de la orilla. Una vez acabada la primera prueba, despojarse de nuestra segunda piel, y correr por nuestra bolsa con el equipo para la bici lo más rápido posible, es la consigna en la mente de los nadadores, ahora en el proceso de convertirse en ciclistas. “!Ufff… sobreviví…ya llevo una y faltan dos”!

El ciclismo
Unos días antes de ir al Ironman, tuve un sueño que me mostraría como sería, y que tendría que hacer para sobrevivir en este evento deportivo en el sur de Francia. Soné que iba caminando por una sinuosa carretera, enclavada en lo alto de las rocosas laderas de una montana; en la cual, vivía una bruja muy sabia y poderosa quien, mientras volaba por los aires en su escoba, me arrojó un papelito blanco, en donde había una manchita negra en una de las esquinas. En el sueño seguí caminando cuesta abajo por aquella carretera, hasta llegar a un área densamente arbolada, desde donde se podía apreciar a la distancia un hermosísimo valle.
Pues bien, esos mismos paisajes de mi “onírico pasaje”, los pude apreciar en vivo y a todo color durante el recorrido de la bicicleta!
Como el sueño me lo advirtió, escribí antes la información más importante de la ruta de ciclismo,(las distancias de: las subidas y sus grados de dificultad , las bajadas y las zonas planas) en un papelito que pegué en el manubrio de mi bici. Consulte mi pequeño acordeoncito una y otra vez a lo largo del recorrido de los 180 km. Esto me ayudó enormemente para el circuito, sobre el que rodé como si ya lo hubiera hecho muchas veces antes. Mas en realidad, esa fue la primera vez que lo hacía y era verdaderamente hermoso! Imponentes paisajes aparecían por doquier, en medio de los cuales los ciclistas hacían un descomunal esfuerzo, ascendiendo pedalazo a pedalazo por interminables kilómetros y kilómetros, a través de aquellas durísimas montañas que parecían no tener fin, para luego bajar como bólidos por las zigzagueantes y peligrosas curvas alpinas, y luego recorrer extensas altiplanicies en medio de verdes campos de intenso olor a pino. Todo aquello coronado por un hermoso cielo azul, desde donde el sol, hacia caer sus inclementes rayos, subiendo todavía más la temperatura de nuestros agitados cuerpos, que no se atrevían a pensar (el cuerpo también piensa) que aún faltaba correr un maratón, al final de esta hermosa y agotadora sección.

El negrito en el arroz
Siempre pensé que la mancha en el papelito blanco de mi sueño, era el presagio de que tendría un percance en algún momento de la bici, por eso iba todo el tiempo con muchísima concentración, especialmente en las bajadas. Los años de rodar en la bellas e infames carreteras de las sierras de mi tierra adoptiva, Oaxaca, me dieron la habilidad y pericia para hacer un ascenso rítmico y constante, y un descenso velocísimo y muy seguro. Lo que en realidad quería decir la mancha en el papel que me dio la bruja, fue un simple, y a la postre, significativo error táctico que cometí de la bici. Aumenté la intensidad de mi ritmo en los últimos 20 km. cosa por demás fatal en un evento como este. A esa hora, la intensidad del calor también aumento de forma pavorosa, cuando pasaba por la sección menos bonita del recorrido en bici, y que era una sequísima y estéril zona industrial al oeste de Niza.
Al llegar a la zona de transición y entregar mi bici a los voluntarios, yo ya estaba hecho polvo! Tenía una sensación de un calor “rostizante” en todo mi cuerpo (ahora si ya sé lo que sienten los pollos de la rosticería). La sensación era como la de estar en vapor seco, aún estando sentado bajo la sombra de la carpa, donde me ponía mi equipo para correr. Sabía que sería complicadísimo bajar mi mejor tiempo de la maratón, que era uno de mis objetivos secundarios de este Ironman; solamente saldría a sobrevivir y terminar lo que ya había empezado. Me puse mi gorra blanca estilo “Lawrence de Arabia”, un montón de vaselina en los pies, mis inseparables lentes de sol, y “a darle que es mole de olla”.
La primera vuelta de 10.5 km por el bello boulevard costero, adornado por enormes palmeras, la hice en una hora exactamente. Pensé – “a este ritmo todavía puedo bajarle a mi record”-. Pero un par de kilómetros más adelante, como un candente y arrasador torbellino, el inclemente calor y el esfuerzo de todo el día me pegaron con todo! Sin importar cuánta agua me echaba, apenas y bajaba la sensación de calor. Se sintió como si una explosión nuclear me hubiera golpeado. Mis circuitos se apagaron, y ahora sí que como en las elecciones presidenciales, “!se cayó el sistema!”. Ya no quería saber nada de nada. Empecé a caminar, y ni las porras de mi fiel pareja Dawn y de los mexicanos/as allí presentes, ni los mensajes de apoyo y motivación que me habían enviado mi familia y amigos, ni el orgullo de llevar los colores nacionales estaban funcionando.

El plan B
La maratón era un verdadero campo de heridos, después de una cruel batalla. A la gran mayoría se les (nos) veía realmente sufriendo, apenas sobreviviendo y moviéndonos por quien sabe que medios.
En mi caso, fue la estrategia de correr, cual soldado avanzando por trincheras, de un puesto de abastecimiento a otro, que estaban separados por 1.7km entre si,- que más bien parecían como 5-. Fue así que llegue al punto de retorno, ubicado al lado del aeropuerto de Niza, ayudado durante algunos kilómetros por mi compatriota leones, Jose Guillermo, quien iba a buen paso y del cual me pesqué, de mosca como cuando de niño me iba colgando de los camiones. Ya no podía más y fue así que me bajé de mi “remolque” en un área empastada en donde había unos enormes árboles. Me senté a la sombra unos breves minutos para recuperarme. Me levanté a “correr-trotar”, para así terminar mi segunda vuelta , apoyado por el grito de uno de mis compatriotas, de nombre desconocido, quien me dijo justo cuando empezaba a caminar otra vez –“vamos paisano! Ahí no’más. Al pasito, al pasito!”-
Ya solo me faltaba un medio maratón. Me fui sintiendo mejor los siguientes 5.5 km. ya que la sombra de los edificios del boulevard nos fue cubriendo conforme avanzaba la tarde. Entre muchos otros pensamientos que me motivaron a seguir adelante, la idea de volverme a sentar unos minutos en el pasto tras de un árbol, al lado del aeropuerto me fue jalando cual carnada a la presa. Eventualmente finalicé mi tercera vuelta; otra vez y por última me enfilé rumbo al aeropuerto, en donde estaba vez si me tumbé de panza en el fresco pasto y me perdí, durmiéndome por unos tres o cuatro minutos. Recuperado, me dirigía hacia la línea de meta, mientras mi mirada se perdía en las aguas del mar color turquesa, el cielo azul cobalto y la cálida playa de tonos grisáceos, de la cual me imaginaba tomaba una de sus millones de pulidas piedras, simbolizando mi unión con la tierra y la magia del sur de Francia.
A unos metros de la meta, mi constante e incondicional compañera de Ironmans, Dawn Robinson, me pasó una enorme bandera de México perteneciente a mi familia, y en la cual van representados todos/as y cada uno/a de ellos/as. Esta vez, quise que todos ellos llegaran primero a la meta, así que puse mi símbolo patrio por delante de mí, cual capote de torero, finalizando una heroica y mortal faena, en la cual di lo mejor que tenía. Pisando la bendita alfombra frente al arco blanco que marca el final de la batalla, me abro paso a la inmortalidad y celebro los últimos metros de otra larguísima y épica jornada, que comenzó meses y meses atrás, con mi primer entrenamiento en miras a este evento, mi Ironman número 6, que culminaba una vez más, y el cual me dejaba sumamente contento y aliviado de por fin verlo terminado. Mientras escuchaba como el animador del evento decía mi nombre y las palabras “México”, crucé triunfal y finalmente el arco color blanco con los brazos en todo lo alto, junto con un competidor francés, y esto para mi simbolizaba que no cruzo solo la línea de meta, sino que lo hago y haré siempre junto con mi familia, pareja, amigos y amigas y mi patria.

Un arriero me dijo que no hay que llegar primero, sino hay que saber llegar
En los momentos finales del Ironman (cerca de las 10:30 pm) cerca de la línea de meta, estaba reunido con nuevos y viejos amigos y amigas y Dawn, comentando lo que había sido el día. Una de ellas nos dijo que había visto morir a un hombre justo al lado de ella, en la enfermería donde habían acabado de atenderla. Por la expresión en su cara, nos pareció cierto lo que estaba diciendo. Otro compatriota nos dijo que en el circuito del ciclismo, un competidor había fallecido al salirse de la carretera. Hasta ahora no me ha sido posible confirmar esto que acabo de escribir, mas durante el circuito de bici vi y oí pasar varias veces a la ambulancia, y mientras estábamos ahí parados todos al final del evento, vimos como los socorristas iban y venían, una y otra vez con su camilla y silla de ruedas, trayendo a la enfermería, una persona tras otra; y unas de ellas lucían realmente muy mal.
Sabía que estas escenas de dramatismo podrían pasar, ya que las había visto en el sueño que tuve antes de la competencia. En la parte final del sueño, vi con espanto como aparecía un enorme tornado en el valle al pie de las montañas donde vivía la bruja, el torbellino se dirigía rápidamente hacia mí y las personas y animales que estaban ahora acompañándome. Corrimos despavoridos a buscar refugio y en cuestión de segundos, la descomunal energía del tornado nos golpeo a todos! Por centímetros yo alcancé a ponerme detrás del tronco de un árbol. Por varios segundos, la gigantesca y candentísima fuerza de lo que se sentía como una explosión nuclear, golpeo mi árbol que, providencialmente, resistió el intenso embate. Todas las personas nos salvamos, mas no así los animales. Vi a uno en particular, una moribunda zorra que tenía todo su cuerpo quemado y con laceraciones, que me miraba con ojos tristes y cansados, esperando solo el momento de morir.
Fuera cierto o no lo que escuchamos en palabras de mi compatriota, (las posibilidades de que sea cierto son altas, mas ruego para que no sea así).Quise elevar una profunda oración por aquellas personas y sus familias. En ese preciso momento, fuegos artificiales de mil colores aparecieron en el oscuro cielo, lo que marcaba el momento final y la culminación del Ironman de Niza 2008.

La reflexión
Ese día en particular, me demostró la fuerza tan destructiva, y hasta mortal, que puede tener una combinación de factores que se integran en el Ironman: La descomunal distancia total de 226km., el implacable y abrasador calor, los errores estratégicos, un segundo de desconcentración en la bicicleta, unos miligramos menos debajo del nivel mínimo de sales corporales que pueden ser fatales, la hipoglucemia (baja en el nivel de azúcar) etc. Esas “pequeñas grandes” diferencias son cruciales y decisivas, como en la vida misma.
Los 1954 triatletas que acabamos la prueba, nos demostramos a nosotros mismos que pudimos y tuvimos la fortuna de finalizar esta extenuante prueba. En muchos casos, no solo eso, sino también tener un desempeño realmente impecable. (Se rompieron muchas marcas personales y por categoría de edad en este, el Ironman más duro de la serie, después del de Lanzarote, España).
En cuanto a los resultados estadísticos, me quede con una mini espinita con mi tiempo final, (irónicamente esta fue mi mejor ubicación histórica dentro de la tabla de mexicanos/as) y como dije, las pequeñas grandes diferencias son cruciales, y quizás esos minutos menos muy probablemente hubieran sido la diferencia entre acabar o no en la enfermería. Mas terminé sin un solo rasguño, muy alerta y consciente, y sobre todo sano y salvo (como después del tornado del sueño premonitorio.
Gané mucho más que una hermosa medalla y una simbólica camisa de finalista, salí ganando nuevas, y lo que potencialmente pueden ser, hermosas amistades; y especialmente estreché aún más los ya entrañables lazos de amistad con viejos y viejas amigos/as.
Gracias, gracias, gracias, millones de gracias!!!! A: Dawn, mi familia mexicana e inglesa, y a mis amigos y amigas. Todos/as ellos/as me han apoyado incondicionalmente en estas locuras, que espero poder seguir haciendo hasta que el cuerpo aguante - el participante hombre más viejo del triatlón Ironman tiene 82 años; la más mujer más vieja es una monja de 77 años de edad-. Así que todavía queda cuerda para rato!

Fotos: Catherine Fiant, Miku, Marathon-Photos y Patrick Gauthey en: www.Flickr.com

viernes, 15 de febrero de 2008

1.- Creencias

Por Noé Orozco

Es necesario analizar las creencias de lo que eres o no eres capaz de hacer, tanto en el área deportiva como en los demás aspectos de tu vida.

Después de este análisis objetivo puedes descubrir tus lí­mites, para que así­ seas capaz de superarlos.

Tu poder o fuerza personal está directamente relacionado con la siguiente creencia: puedo hacerlo o no. Cuando no crees que eres capaz de hacerlo, tú mismo puedes sabotear tus propios esfuerzos para alcanzar algo y sin darte cuenta puedes estar opacando tu verdadero potencial.

Sin embargo cuando te abres al infinito universo de todas las posibilidades, esto ayuda a que tus anhelos y sueños se puedan hacer una realidad, al permitir que la energí­a fluya desde dentro de ti y hacia ti.

Llevar acabo un sueño requiere de varios aspectos como: la esperanza, la motivación, el compromiso, la confianza en uno mismo, la valentí­a, el disfrute, la concentración y el análisis (retroalimentación).

El mas grande obstáculo puede estar contenido en las ideas o pensamientos acerca de lo que crees que es posible o no.

A las dudas sobre nosotros mismos se suman las voces del exterior que parecen afirmar y confirmar estas creencias. Muchas veces, las voces se piensan expertas y creen saber lo que tú puedes o no hacer.

Para empezar a silenciar estas voces simplemente actúa como si por ejemplo: juega, entrena, actúa como si fueras un campeón o una campeona; quizá no es así­ en este momento, pero simplemente hazlo. Como un niño jugando a los bomberos o a los astronautas que piensa y siente como si realmente fuera un bombero o un astronauta. Piensa: ¿Por qué no? Mantén tu mente abierta y flexible a la multitud de todas las posibilidades.

Al cambiar las creencias es posible transformar los aspectos externos de la vida. Lo que tú creas lo alcanzarás sin duda.

Un gran atributo es la actitud de pensar, sentir y decir: Yo puedo. Si se te presenta un reto realmente no importa lo enorme que te parezca; lo más importante es saber que es posible conquistarlo y también que puedes alcanzar niveles de excelencia en el proceso.
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jueves, 14 de febrero de 2008

Forjando El Sueño


Experiencia del Triatlón Ironman, Wiscosin, 2002

por Noé Orozco Segoviano

Prólogo:

Trataré de decirte en las siguientes líneas, las cosas tan extraordinarias que se viven en un solo día. El tiempo es tan relativo ya que una hora y media parecen diez minutos, y sesenta segundos parecen meses. Durante ese día, estás realmente en otra dimensión; como en una cápsula del tiempo, o un universo paralelo.

Me sentí muy, muy fuerte durante prácticamente toda la carrera. La disfruté enormemente, de principio a fin; (ahora que estoy escribiendo esto, una catarina aterrizó en mi mano, y me acordé cuando mi papá me las ponía en ellas. Me decía que eran de buena suerte).

Todo empezó cuando me marcaron, desde ahí ya estaba super feliz. Reacomodar mi bici en el rack, y ver a todos los demás haciendo lo mismo; rodeados por un aire frío que anticipaba que algo extraordinario estaba por pasar. Luego, me fui a entregar mis bolsas especiales: una con ropa seca y otra con comida para el punto de “special needs” en la parte de la bicicleta, las cuales un voluntario me hizo el favor de llevarlas al lugar indicado. Estas personas son las más serviciales, profesionales y admirables que pueda haber; sin ellas, sería casi imposible hacer esta carrera. Ahora, me emociono nada más de pensar en todos ellos. ¡Los amo!. Después, me puse mi traje de neopreno, y más tarde, me encontré a mis nuevos amigos mexicanos que había conocido dos noches antes, en la cena de carbohidratos. Me encantó caminar con ellos, hasta el punto de partida de la natación. Mientras esperaba poder entrar al agua, (éramos casi dos mil competidores) se me salieron las lágrimas de gusto, emoción y agradecimiento; porque yo solo deseaba, desde lo mas profundo de mi corazón, que mi Madre y Padre eternos (Dios) me pusieran ahí; yo pondría el resto.

Y así fue que pensé: “No importa lo que pase, voy a dar lo mejor que tenga, y a hacer mi mejor esfuerzo.”

1ª Parte. Natación
Capítulo I: “El Equipo de Amigos”

Me metí al agua, y en punto de las siete dispararon un cañón para dar la salida. ¡Fue impresionante! Sentí una enorme emoción al empezar a nadar; apenas me dio tiempo de enfocarme y visualizar todo lo que necesitaba recorrer para el primer tramo de la natación. Traté de ir nadando lo mas lejos posible de las boyas, para no estar en medio de la bola; así que, seguramente nadé más de los reglamentarios, 3.8 km.

En el primer cuarto de la natación me sentía muy bien, empezando a calentar. Recuerdo muy bien como, cuando volteaba mi cabeza del lado izquierdo para respirar, podía ver el sol apenas asomándose fuera del lago, y los brazos y cabezas de los demás triatletas bloqueando el sol. Sus siluetas obscuras, contrastaban drásticamente con las gotas de agua que brillaban de forma mágica, con los rayos de luz del amanecer, ¡era preciosa esa escena! Y a mi derecha, el complejo Monona Terrace reflejaba el sol en sus inmensas ventanas color azul, enmarcadas por una imponente estructura blanca de concreto; desde donde, cientos de espectadores atestiguaban asombrados, como los casi mil ochocientos nadadores, agitaban con fervor, las antes calmadas aguas del lago Monona.

A la mitad de la primera vuelta se me ocurrió, que sería muy padre, se juntaran tres amigos, y cada quien hiciera una parte del Ironman; de pronto pensé : “Bueno Noé; tu podrías hacer ese equipo de tres.” Así que, me imaginé que yo era tres personas pero al mismo tiempo una sola. Entonces, ahora había uno que estaba nadando, otro que iba a pedalear, y otro que correría el maratón. ¡Me encantó la idea!

Poco después de comenzar la segunda vuelta, me dio un calambre a un lado del cuello, y me acordé de lo que había leído esa mañana en mi libro: “Tao Sports”: "No te alarmes si sientes una lesión.” Así que, me relajé y seguí nadando más despacio, al poco rato pude seguir normalmente.

Disfruté casi cada brazada que daba, a pesar de que fueron 90 minutos nadando, para mi fueron como quince, ¡estaba en otro mundo! No quería que terminara la natación, ¡la estaba disfrutando tanto! Creo que hubiera podido nadar otras dos vueltas sin dificultades.

Salí del agua, y me impresioné del tiempo que había hecho. Dijeron mi nombre y mi país por los altavoces, entonces alcé las manos saludando al público; fue una gran satisfacción. Luego, unos voluntarios me ayudaron a quitarme el traje de neopreno, para después, irme rumbo a la transición; que nos tomó mucho tiempo porque había que subir tres pisos, por una rampa de estacionamiento en forma de espiral. Me sentía muy bien y ya me andaba por empezar a pedalear.

En el área de transición, me dieron mi bolsa con las cosas para la bicicleta, me cambié, y salí corriendo con mis zapatillas en la mano, rumbo a donde estaba mi bici. Al salir, estaba la familia americana con quien me estaba quedando en Madison. Me echaban porras, al mismo tiempo que agitaban una pancarta que decía: “Go , Noé, Go”( vamos, Noé, vamos), mientras yo les mandaba un beso. Tuve que hacer una parada técnica para hacer del uno. Luego, me subí a la bici para después bajar por la otra rampa en espiral, al extremo opuesto del estacionamiento del complejo Monona Terrace.

Empecé la bici con mucho frío; ya que, además de la ropa mojada que traía, soplaba un viento helado, aunque hacía un hermoso y soleado día.

2ª Parte. Ciclismo
Capítulo II: “ Unas carreritas alrededor del mundo”.

Tomamos la avenida John Nolen que va bordeando el lago Monona, donde fue la natación. Mientras nos alejábamos, se podía ver a la distancia El Capitolio de la Ciudad, y El Complejo Monona Terrace. Hice mi primera parada antes de entrar al estacionamiento del Alliant Center, para subir un poquito más el asiento de la bici. Después de dar varias pequeñas curvas, tomamos una carretera de un carril en cada sentido. Era una recta larga, larga; ahí me di una pequeña idea de lo que eran las supuestas "subiditas", que tenía el trazado de la bici. ¡Eran verdaderas cuestas!, largas unas y otras cortas pero empinadas; que se me complicaron más por un problema mecánico. La bici no me permitía usar mi ultimo cambio; así que, las subidas más difíciles, me las tuve que echar con una combinación “39-19”. Pero también empecé a ver que esta, "competencia" era diferente. Casi todos los otros ciclistas me saludaban al pasar, me decían: “¡Buenos días! ¿Cómo vas? ¿Cómo te sientes? Y yo empecé a hacer lo mismo. Por ratos, pedaleaba con un grupo como de cinco ciclistas que nos íbamos rebasando unos a otros, mas sin ningún sentido de competencia, sino de dar lo mejor de uno mismo; y sobre todo, con el deseo de divertirnos.

Tuve que pararme para arreglar el freno de atrás que estaba atorando la llanta (revisa y “re-revisa” tu bici antes de la competencia) . Me monté en la bici, y a darle otra vez. Ya para ese entonces, no tenía ni idea del tiempo; nunca arranqué mi cronometro (a propósito no quise hacerlo). Ni veía la hora, ni tampoco entraba en calor, porque el viento estaba helado; y con la ropa mojada de agua fría, pues creo que me estaba dando un poquito de hipotermia. A pesar de todo esto, ¡el cielo estaba fabuloso! Con un sol que brillaba en todo lo alto. Había sólo unas pocas nubes; así pues , lo único que me quedaba por hacer era seguir pedaleando para entrar en calor.

Estaba por tomar una curva, cuando vi a un competidor que estaba parado al lado de su bici. Sin duda, algo le había ocurrido. Este hombre era uno de los participantes que habían hecho más de veinte Ironmans en su carrera; sin embargo, lo vi sereno y feliz, observando como pasaba todo. Lo saludé y me saludó porque nos habíamos conocido la noche anterior. Esto me inspiró muchísimo a seguir adelante y terminar la carrera.

Llegué al punto donde estaba el primer puesto de abastecimiento, y que también, marcaba el inicio de la primera de dos vueltas que daríamos a un circuito, dentro del recorrido total de la bicicleta. Seguí adelante, y todavía mi cuerpo y mis brazos estaban fríos. En ese lugar -llamado Verona- había mucha, mucha gente, aplaudiéndonos y alentándonos en todo momento. Me ayudó enormemente el apoyo de los aficionados. ¡¡¡Lo disfruté muchísimo!!! Cuando podía, les daba mi palma para chocarla con la de ellos, y a veces extendía mis dedos índices señalando hacía adelante, o simplemente subía mis pulgares para: agradecerles su apoyo, decirles que lo recibía con gusto,y que no era en balde su presencia ni lo que estaban haciendo por todos nosotros.

Después de pasar por ese punto, empezó la parte mas hermosa del recorrido.
¡No podría describir completamente con palabras, lo deslumbrante que era el paisaje! Parecía la región de la “Provence” en el sur de Francia, o las bellas colinas en los fértiles valles de la ondulada campiña suiza, o las extensas y apacibles laderas al pie del monte Fuji en Japón, o todos estos bellos lugares al mismo tiempo. A veces, parecía estar en un sueño. Era emocionante ver la fila de ciclistas pasando por esas hermosas praderas de campos de maíz, cubiertos de tonos amarillentos; de interminables praderas, con robles negros que emergían de entre los pastizales, con ese olor incomparable a campo. Y todo aquello, cubierto por un cielo azul, que era matizado -cual genial pincelada de artista- por una que otra fugaz nube que tapaba, efímeramente, el brillante y radiante sol que nos contemplaba desde lo alto de las verdes colinas de Wisconsin. ¡Todo el conjunto era una escena verdaderamente sublime!

Al llegar a otro puesto de abastecimiento, hice otra parada técnica (hacer del uno). Le dije a un voluntario que venía de México, donde hace más calor y que me estaba congelando. Él se ofreció a traerme unas “Power Bars” de chocolate, y se fue corriendo por ellas. Me ayudaron muchísimo, porque después de un rato, me sentí mejor. Me fue muy difícil entrar en ritmo sintiendo tanto frío, a pesar de que me había estado comiendo y tomando agua, desde que salí de la primera transición, hasta ese punto. Muy importante lección: ponte ropa extra que después te puedas ir quitando.

Por fin, entré en calor. Otra parada técnica más, y seguí rodando con otro grupo de competidores ¡quienes se veían felices! (no sé si igual ó mas que yo). Había ocasiones en que me acordaba de muchas personas, de momentos de mi vida, de chistes -a veces me reía cuando estaba solo en la carretera-, cosa que ocurrió en muy pocas ocasiones en la primera vuelta, por el numero tan grande de triatletas. Otra cosa particular, es que esta región está llena de granjas, y la gente de estos lugares estaba sentaba en sillas, frente a sus casas presenciando la carrera. Nos aplaudían y animaban con: campanas lecheras al mero estilo europeo, y pancartas que mostraban frases como: "You rock”, "Looking good”, "go, go ,go" , "way to go, way to go", Etc..

Ya a esas alturas había entrado en un ritmo muy bueno, no se a que velocidad iría, porque a propósito no conecté el velocímetro. Llegamos a una zona arbolada donde no se podía ver el sol, por lo tupido de la vegetación. Era realmente bella; tenía unas curvas bastante cerradas, pero ahí gané tiempo al descender porque había aprendido bien cómo tomar ese tipo de curvas, en mis entrenamientos previos. Salimos de esa zona a otra recta larga, larga; ahí fue donde empezó el viento, que unido con las subidas, hizo la parte de la bici un verdadero reto, hasta para el mejor de los ciclistas. Así, fue que llegué a la primera de las dos subidas más difíciles del recorrido.
Lo que sigue, es espectacular.

Capítulo III: “La mujer maravilla y Los Super Músculos”.

Era una subida larga y empinada, en medio de árboles de encino. En el suelo, a todo lo largo de esta parte; estaban pintados con gises de colores: nombres, leyendas, porras, dibujos, etc. ¡Era padrísimo! Y casi en la última parte, había un chorro de gente que nos gritaba, y animaba sin cesar: ¡Vamos, vamos, ya falta poquito!!! ¡Un esfuerzo mas!!! Había un cuate con un traje realmente sensacional. Tenía puesta una máscara de diablo, con todo y su trinche, y capa, que corría “endemoniadamente” al lado de nosotros, y nos gritaba como loco, acompañándonos por toda la subida. ¡Estuvo verdaderamente genial!!!! Creo que es lo más cercano a estar en La Tour de France. ¡Me encantó esa parte!

No se me va a olvidar como podía ver a los ciclistas delante de mi, parados en su pedales, moviendo su bicicleta de un lado a otro. Los escuchaba respirar agitadamente; cuando veía al suelo, leía las frases escritas en gis, y a mi lado todos los aficionados y el diablo corriendo como desquiciado, animándonos a seguir subiendo sin descanso. Wow!, ¡Ahora me encantan las subidas!!!

Llegamos a otra parte relativamente plana pero con mucho viento, que hacía que se sintiera casi lo mismo que en las subidas. Millas más adelante la otra subida difícil. Ahí no había tanta gente, y al empezar a ascender, una chica con quien iba pedaleando me dijo : "Esta es la peor". Me sugestioné y a la mitad de la pendiente me dio un calambre en el muslo de mi pierna izquierda. Me tuve que bajar de la bici para estirarla un poco, me subí a la bici, y seguí más despacio. Me ayudó mucho recordar otra vez, las palabras del libro del Tao Sports.: "Que no cunda el pánico, cuando sientas una lesión". Así lo hice; me relajé respirando profundamente, aflojando la fuerza del pedaleo. De esta forma, me recuperé en poco tiempo.

Llegamos al último pueblo grande, antes de iniciar la segunda vuelta. ¡Ahí también la gente era super, super, entusiasta!. Hice otra parada breve para recargarme de alimentos: plátanos, “Power Bars”, “Gatorade” y agua, y mojarme el cuerpo con ella (ya empezaba a hacer un poquito de calor). En ese pueblo, había una muchacha vestida de mujer maravilla que alzaba sus ”musculosos” brazos, a todos los que pasábamos frente a ella, (aunque realmente estaba delgadísima) a manera de saludo para animarnos.

Finalmente, llegué al inicio de la segunda vuelta. Me paré para tomar mi bolsa con comida que me ayudaría para todo lo que faltaba. La escala fue breve. Me volví a subir a la bici pensando: "Ya nada más faltan otros noventa kilómetros, ahí la llevas Noé, ahí la llevas. Y lo mejor de todo, es que vas a volver a ver los mismos paisajes otra vez". Necesitaba sugestionar a mi mente, pues la bici había sido brutal y todavía faltaba mucho más.

Seguí rodando un poco más lento, porque al mismo tiempo, iba comiendo e hidratándome (3/4 de un sándwich de queso, 3 galletitas de “choco chips”, un “Power gel”, algunas papas fritas, medio plátano, una barra de amaranto, media Power Bar y polvos energéticos mezclados con medio Lt. de agua y “Gatorade”). Suena mucho, pero todo esto me estaba ayudando muchísimo. Sentía como mi cuerpo iba absorbiendo lo que iba comiendo; también, éste me decía cuándo comer y qué comer.

En la segunda vuelta de la bici ya había más separación entre los ciclistas y pasé mas tiempo solo. Ya empezaba a sentir el rigor de la carrera a nivel físico y metal. Me enfocaba cada vez más en mis pensamientos, y en la carretera que pasaba bajo mis pies; mientras fijaba mi vista en mi bicicleta, y cada vez menos en los paisajes. Sin embargo, cuando me era posible, saludaba a las personas que nos animaban, haciendo señales con mis dedos o inclinando la cabeza. Tuve que hacer otra parada técnica (hacer pipí). En ese punto, me llegó un “bajón” de energía. Sabía de antemano, que este tipo de sensaciones, aparecerían durante el día. El tedio, la soledad, el silencio y el agotamiento los sentí muy fuertes; pero aún en ese estado, estaba todavía sumamente contento y motivado, y con mis piernas en buenas condiciones. Seguí adelante, mientras el viento aumentaba su fuerza, y esto hacía que las cosas se pusieran mas difíciles. Decidí sólo seguir pedaleando.

Mientras me aproximaba a la primera de las dos subidas más difíciles, iba ganando fuerza otra vez y entrando en un ritmo buenísimo. Era uno de los puntos altos en mi energía; aun así, casi al empezar la subida, me dio un fuerte calambre en la otra pierna. Tuve que bajarme, y caminar un poco; me monté en la bici, con algo de miedo, pero afortunadamente pude seguir pedaleando. Volví a hacer el mismo tipo de trabajo de afloje, usando los cambios más ligeros que tenía en la bici, para la recuperación de mi músculo. Y esto, dio resultado una vez más.

Ya recuperado, pedaleé a un super ritmo; sobre una parte plana, cubierta de un pavimento que parecía alfombra. Me sentía muy bien, pero me acercaba a la subida más dura y difícil, donde ya me había acalambrado antes. Tenía miedo de llegar ahí, pero me propuse que yo podía subirla sin problemas -era algo personal-. Empecé a subirla con determinación, pero también con mucha precaución, y relajado; ponía mi atención en la carretera, concentrándome en mi respiración, y en mi ritmo de pedaleo; diciéndome constantemente: “¡Tú puedes hacerlo Noé, vamos, vamos! ¡Eres capaz de hacerlo! ¡Sigue adelante!” Y cuando menos lo esperaba, ya había llegado casi al final. Cuando finalmente llegué a la cima de la colina, me sentí muy, muy contento y motivado. Me dije: “¡Muy bien, muy bien! ¡Lo hiciste !!!

Con esa motivación, lo menos que esperaba era que se me ponchara una llanta, pero esto fue lo que sucedió unos metros más adelante; cerca de una granja, en medio de una espesa y bella arbolada. Lo primero que pensé fue: “No hay problema, tengo todo el día, y traigo todo lo que necesito para cambiar la llanta”. Y así fue, me senté en una banca cerca de la granja, mientras unas personas se acercaron para ofrecerme ayuda. Otra cosa que me encantó; fue que, no menos de diez competidores, me gritaron: si necesitaba algo, si estaba bien. Yo, con mucha emoción por su espíritu de ayuda, les daba las gracias, y les decía que estaba bien.

No sé cuanto tiempo necesité para el cambio – por problemas con la válvula de la cámara de refacción y tuve que usar la segunda y última cámara que traía, rezando no ponchar otra vez- pero me sirvió mucho para descansar. Me subí otra vez a la bici, determinado a seguir adelante. ¡Y fue increíble! Mientras más avanzaba, rodaba mejor, y mejor. Me sentía cada vez más y más fuerte, no podía creer cómo era posible que mis piernas se sintieran tan bien, después de tantos kilómetros, en ese tipo de terreno, y del viento tan fuerte que estaba soplando en ese momento.

Por fin, llegué a la autopista que me llevaría a Monona Terrace, donde me esperaba mi ropa para correr el maratón. ¡Me encantó la entrada a Madison! podía ver el cielo azul, con el sol brillando en todo su esplendor. Y al fondo, el capitolio y el edificio Monona Terrace que se reflejaba magnifico en el lago. Estaba muy motivado y ansioso por empezar a correr. Había disfrutado muchísimo la parte de la bicicleta.

Subí por la espiral del estacionamiento sin problemas, dejé mi bicicleta a los voluntarios, y me dirigí a un gran salón para tomar mi bolsa con mis cosas de correr, y entonces ahí mismo cambiarme.

3ª Parte. El Maratón
Capítulo IV: “Piernas, síganse moviendo”.

Los voluntarios seguían animándonos sin descanso, nunca olvidaré las palabras de uno de ellos, (quién sabe que cara me habrá visto) mientras le dejaba mi bolsa con mis cosas de la bici. Me dijo: “Hazme un favor, ve y diviértete lo más que puedas en la carrera”.

Con esa instrucción, salí para empezar a correr el primer maratón de mi vida. ¡Me sentía muy bien!!! Antes de disponerme a correr, me tomé mi tiempo para comer algo, e hidratarme (porcioncitas de: papas fritas, amaranto, un pedazo de sandwich de queso y un trozo de barra de granola, agua y “Gatorade”). Comencé trotando a un buen ritmo; y de inmediato, me encontré con la primera de las muchas cuestas de las cuales, consistiría esta brutal carrera. Mientras pasaba frente al capitolio de Madison que lucía hermoso a esa hora de la tarde, miles de personas nos gritaban sin cesar, y pensaba que la parte a pie del Ironman, iba a ser algo muy especial. Y así sería.

Tomé la calle Dayton, mientras la recorría cuesta abajo, a un paso firme pero más conservador que al dejar la transición; porque me había propuesto: no caminar en ningún momento de la difícil maratón que me esperaba. Así que, era mejor aminorar el paso, si es que quería que esto pasase. Eventualmente llegaría al final de esta avenida, donde me esperaba una de las partes que más disfrutaría de toda la competencia: El Estadio de Los “Badgers de Wisconsin”. El día anterior, había estado presenciando allí, uno de los juegos de Futbol Americano, más emocionantes que haya visto. En ese juego también, por el sonido local, habían felicitado a todos los atletas que íbamos a hacer el Ironman al día siguiente. Fue verdaderamente espectacular, escuchar a todas esas miles de personas aplaudiéndonos y felicitándonos con gran entusiasmo. Así pues, al ir corriendo alrededor del terreno de juego, me emocioné muchísimo.

Salí del estadio con la ilusión de que pasaría por ahí otra vez. Corrí un pequeño tramo más, para después entrar a University Avenue que estaba llena de árboles los cuales, se movían al compás del silencioso viento frío que soplaba suavemente, para refrescarnos de la dura jornada de horas sin descanso, que ya llevábamos todos hasta ese momento.

Otra pequeña calle y tomé Observatory Drive que pasa a través de los campos deportivos de la universidad de Wisconsin y donde también estaba la subida más desafiante del recorrido. Pase por ahí la primera vez cuesta abajo, esperando el momento de tener que subirla al regresar. Después, entramos a State Street que está llena de restaurantes y bares; y que ahora también, estaba repleta de gente que nos animaba, gritándonos y felicitándonos con un entusiasmo fuera de este mundo. Esto me motivaba muchísimo a seguir. Un poco más adelante, estaba el retorno que marcaba la mitad de la primera vuelta. Así, poco después, volvería a la no tan larga, pero empinada subida. Esta primera vez, no fue tan dura pero me faltaba la segunda vuelta. Más adelante, entramos a un camino que va a todo lo largo de las orillas del lago Mendota. Era una de las partes mas bonitas del maratón. Se podía ver el lago a través de los árboles, y al sol que ya empezaba a ponerse. El astro rey era un mudo testigo de la hazaña que estábamos realizando, los miles de corazones y almas que les decían a las piernas: “síganse moviendo”, a pesar del cansancio que nos invadía a muchos de los que estábamos persiguiendo nuestro sueño de terminar la carrera; y así, convertirnos...en un Ironman.

En uno de los puestos de abastecimiento en Walnut Street, había unos voluntarios chistosísimos: Uno tenía una falda roja y unos cuernos de Vikingo; otro, traía puesto un vestido rojo de lentejuelas y un gorro de Santa Claus, y la que me dio más risa fue una que estaba vestida con un hábito de monja color guinda y blanco. Usaba un gorro de “novicia voladora”, y una enorme cruz que le colgaba del pecho. Ella nos ofrecía vasos con agua “¿bendita...?”; ¿quién sabe...? el hecho es que si querías confesarte, o pedirle ayuda al Señor, este era el momento y el lugar ideal para hacerlo.

Tomaría la misma ruta de regreso para llegar al Capitolio, para así poder iniciar los 21 Km. restantes. Casi llegando al final de mi primera vuelta, en Dayton Street, me encontré a Katty Smith, “la super mamá” (madre de 5 y una de la mejores triatletas en su categoría de edad). Le pregunté si era ella, para estar seguro; me contestó afirmativamente. Entonces, le hice saber el gusto y el honor que para mi, representaba estar corriendo junto a ella en ese momento, y que este era mi primer Ironman. Me preguntó si era mi última vuelta; le respondí que no, y con esto me dijo: -“ Mira, cuando des tu última vuelta, estés llegando al final, y cruces esa línea de meta; será una de las experiencias más increíbles que puedas tener en tu vida; y ésta, ya no será la misma después”.

Con esa motivación, llegué al retorno enfrente del Capitolio, (ubicado, irónicamente, a menos de 50 metros de la línea final) donde miles de espectadores nos aplaudían y gritaban sin cesar. Me dije en voz alta:-”One more lap Noé, one more lap!..., just… one… more… lap…! ( ¡Una vuelta mas Noé, una vuela más!, Solo...una...vuelta... más”). Al mismo tiempo, hice un ademán con mi dedo índice, indicando un numero uno. También, moví varias veces mi cabeza hacia delante con mucha fuerza, para enfatizar y reafirmarme, lo que me estaba diciendo verbalmente.


Capítulo V: “Unas voluntades del tamaño del mundo”.

Seguí avanzando por la misma ruta, con la misma motivación, el mismo paso, y la misma emoción al correr por el estadio.
Me iba sumergiendo cada vez más en mis pensamientos, y en el sonido que hacían mis pisadas al golpear con el asfalto. Trataba de seguir comiendo e hidratándome, como lo había estado haciendo desde el principio del maratón con: barras de granola, uvas, melón, plátano, Gatorade, agua, Pretzles (galletas saladas) y caldo de pollo -que me cayó retebien- .

La temperatura empezaba a bajar, y comencé a sentir un poco de frío por la ropa para clima cálido que llevaba puesta. Otra buena lección aprendida : dejar con los voluntarios ropa extra que después te puedas ir poniendo.

Cada vez sentía mas inclinadas las pendientes que tenía el trazado; aún así, me esforzaba para no caminarlas, como me lo había propuesto.

Por ratos, solo veía mis pies moverse uno frente al otro, bajo el resto de mi cuerpo, mientras alejaba mi concentración lejos del dolor que sentía en mis músculos, y la enfocaba más en mi mente, y en mis pensamientos. A veces, ponía mi atención en las bellas construcciones históricas de la universidad, en los espectadores, o en la magnifica vista que me brindaba el conjunto de frondosos árboles, verdes parques, y edificios grisáceos, enmarcados por el cielo; el cual, como si fuera un enorme lienzo color azul, era matizado poco a poco con tonos, amarillentos, anaranjados, rosas y violetas, que emergían uno por uno, por la luz que se iba difuminando, bajo la presencia de la espectacular puesta de sol.

A esas alturas de la carrera, la relación entre los corredores era de total admiración, respeto y fraternidad. Cuando alguien rebasaba a otro “competidor” nos decíamos unos a otros: ¡“Muy bien!, buen esfuerzo! ¡Te ves muy bien! ¡Sigue adelante! ¡Bien hecho!”.

Antes de llegar al retorno en State Street, vi pasar ya de regreso, a un hombre corriendo con un brazo inmovilizado que era sostenido por una banda elástica. ¡Era Enrique Gil, uno de mis amigos mexicanos! cuando lo alcancé, le pregunté que le había pasado. Me dijo que había tenido una fuerte caída en una curva, muy al principio del circuito de bici, y que tuvo que reparar su doblado y maltrecho ,-como su hombro-, rin delantero, manejar y correr todo el resto de la competencia con un solo brazo. No podía creer, cómo es que había llegado hasta ahí, y cómo era posible que pudiera seguir corriendo. Al tocarle su hombro, sentí que estaba muy, muy hinchado; parecía tenerlo fracturado. Corrí un rato a su lado; luego, me despedí de él para entonces llegar al punto más crítico de la carrera.

Me metí a un baño movible para hacer del uno y...; ¡ya no quería salir de ahí!, recargué mi cabeza contra la pared del baño, cerré mis ojos, y lo único que deseaba: era quedarme allí y dormir. Estaba –estrictamente hablando- confrontando la famosa “pared”; de la cual, tanto me habían hablado otros atletas.
No me duró mucho el descanso; ya que, casi inmediatamente, otro competidor abrió la puerta del baño; y al hacerlo, casi me caigo de boca sobre la banqueta .Ya no tenía, ni literal ni figurativamente, donde esconderme. No me quedaba otra más que seguir corriendo.

Volví a alcanzar a Enrique casi en la cima de la subida “matadora” del maratón, que pensé, era imposible subirla corriendo a esas alturas de la competencia; sin embargo, así estábamos subiendo mi amigo y yo. Lo único que pude decirle fue: “!Gil..., tienes unos huevotes del tamaño del mundo!!!”

Ya solo faltaban unos cuantos kilómetros para terminar la carrera . El cansancio podía sentirlo en todo mi cuerpo, pero mis piernas todavía podían seguir corriendo; éstas, se movían una frente a otra como en cámara lenta. El tiempo se empezó a expandir. A veces, perdía la conciencia de los sonidos a mi alrededor, y solo escuchaba mis pisadas sobre el asfalto. Y lo que veía, eran las luces fluorescentes de los competidores frente a mi, que se balanceaban como luciérnagas; moviéndose en una armónica y sutil danza; dirigiéndose hacía la meta, a través de la oscuridad de la noche; como sí fueran guiadas por un invisible y mágico conjuro.

Llegué por última vez al estadio de futbol americano de los Badgers. Estaba completamente iluminado por el alumbrado eléctrico. ¡Lucía esplendoroso!, Esa última vuelta por el campo de juego fue de antología. Mientras pasaba por ahí, sentí una gran emoción, recordando los años cuando jugaba Futbol Americano. Como una cascada de recuerdos, esos momentos pasaron frente a mi. Contemplé todo ese largo camino; y ahora, estaba aquí, presenciado y forjando este sueño: el de convertirme en un Ironman. Lo que deseaba hacer en ese momento era darle un beso a la cancha de pasto artificial. Y eso fue lo que hice. No quise quedarme con las ganas, y sin pensarlo mucho, me fui trotando al centro del campo, me hinqué, y después de levantar mi cara y mis brazos al cielo, puse mis labios sobre el pasto sintético de ese terreno de juego que estaba simbolizando tantas cosas en esos momentos.

Salí del estadio para tomar la avenida Dayton hacia El Capitolio, di vuelta en State Street para luego entrar a la última calle con una pendiente inclinada al lado del Capitolio, una vuelta a la izquierda en Main Street, otra más a la derecha en Martin Luther King y…

Capítulo VI: “La Línea de Meta” .

Ahí estaba ella, rodeada de cientos de personas gritando, aplaudiendo, llorando... Enmarcada por el oscuro lago, y una fuente hermosa del complejo Monona Terrace. Bajo mis pies, una gran alfombra roja que ya había sido pisada por miles de sueños e ilusiones; mojada de sudor y de lágrimas. Ahora era mi turno. El tiempo se detuvo para mi. Todo el ruido a mi alrededor iba desapareciendo poco a poco, mientras me parecía ir flotando por el aire. Al ir avanzando rumbo hacia ese arco color blanco; que estaba esperando ser cruzado por mi, junto con todos mis sueños y esperanzas, cientos de voces sonaban lejanas, como susurros, coreando las hazañas de todos los hombres y mujeres de acero que habían sido y estaban siendo forjados y forjadas, al calor del espíritu, y el frío de la noche.

No sabía bien que hacer, a veces movía mis brazos en círculos hacia delante, o ponía mis manos en mi cabeza, o cubría mi boca, mientras miraba hacia el cielo estrellado de Madison. O simplemente veía hacia el suelo, moviendo mi cabeza de un lado a otro, incrédulo de lo que estaba pasando. El dolor y el cansancio que tenía habían desaparecido por completo. ¡Sentía que volaba! Vivía con tanta intensidad esos momentos que, esos últimos metros fueron como kilómetros, y esos breves segundos, fueron años.

Por fin, enfrente de mi, vi una cinta color blanco que cruzaba a la altura de mi cintura, a lo largo de toda la meta. Levanté mi brazo derecho mientras empujaba la cinta con mi cuerpo. Sentía como se iba deslizando por mi estomago, luego mi cadera y mis piernas. Cuando di un salto enorme para cruzar la meta:

¡¡¡LO HICE!!!, ¡¡¡LO HICE!!!, ¡¡¡LO HICE!!!

Estaba tan feliz, que me incliné a besar el suelo otra vez. Los voluntarios me levantaron para no estorbar a los otros competidores. Inmediatamente después, me colocaron una medalla -que también besé-, mientras alzaba mi cabeza, agradeciendo a Dios por haber podido estar cumpliendo el sueño tan, tan, anhelado.

No podía creer que lo había hecho (todavía lo continúo asimilando).

Caminé un poco, mientras otro voluntario me daba algunas indicaciones. Fue cuando vi a mis amigos atrás de las vallas. De inmediato me dirigí hacia ellos, ¡¡estaban felices!! Mientras nos abrazábamos, me decían lo emocionados y orgullosos que estaban de mi. Sus ojos tenían un brillo increíble, y las sonrisas que había en sus rostros, me hacían sentir aún más feliz de lo que ya estaba. Y en sus abrazos percibía el cariño, el orgullo y la admiración que sentían por mi logro. Fue un momento increíble, el compartir con estas personas que aprecio tanto, este logro personal tan grande y tan especial.
Mientras nos tomábamos fotos, seguía agradeciendo a Dios, y a todos por todo su apoyo. Lágrimas de alegría se escurrían por mis mejillas, al recordar a toda mi familia, a mi esposa, y a mis amigos en México. Y aunque físicamente no estuvieran ahí; estaban presentes todos y todas; como lo habían estado en espíritu, durante todo este día. Les decía mentalmente: ¡Gracias!, ¡gracias!, ¡gracias por todo! ¡Los amo!

Seguí hablando un poco más con mis amigos, mientras me empezaba a recuperar. Me puse algo más abrigador para ir a recoger mi bici y el resto de mis cosas a un gran salón en el “Monona Terrace”, donde me encontré con mis camaradas mexicanos reunidos ahí. Durante la agradable platica, uno de ellos nos propuso:
-Vamos al “Table” a celebrar, todavía es hora”-. Me pregunté, ¿de dónde él iba a sacar la energía para ir? Yo estaba “muerto” de cansancio y de hambre -y un poco mareado también-. Luego, caminé por la entrada principal del “Terrace”, mientras escuchaba al animador del evento por el sonido local, anunciando la llegada de más competidores a la línea de meta.
Me subí al coche de mis amigos estadounidenses para irnos a su casa; en donde, me estaba esperando -además de una deliciosa y abundante cena- una suave y mullida cama; sobre la cual, caería a dormir como una piedra.

Epílogo

Quizás, si hubiera ido más cerca de la boyas en la natación, hubiera hecho menos tiempo. Y si no hubiera hecho tantas paradas en la bicicleta, habría terminado mucho antes. También, si hubiera corrido a un ritmo mas intenso en la maratón, hubiera tenido un mejor lugar general en la competencia. Y si hubiera tenido una bicicleta aún más ligera...y si hubiera practicado más horas...si no se me hubiera ponchado la llanta... Etc., Etc.

El tiempo que haces para terminar la carrera es muy relativo. Es posible cuantificar la velocidad, el tiempo, la distancia, las calorías, Etc.; pero no puedes medir el esfuerzo ni el deseo por hacer una competencia de estas proporciones. Ni hay forma de saber, cuanta voluntad y coraje se necesitan para terminar algo como esta prueba física, mental y emocional .

Ni tampoco podemos saber la historia personal de cada uno, ni el camino que recorrieron para, simplemente, poder llegar a la línea de salida. Por ejemplo, hace tres años conocí a alguien que me dijo que uno de sus sueños de su vida era: hacer un triatlón. Esta persona nadaba mal, lo más que había andando en una bici de carreras, era una cuadra, y su mayor distancia corriendo habían sido 6 km - que los sintió como un maratón-. Aún así, con mucha dedicación y entusiasmo se preparó por dos meses e hizo su primer triatlón Sprint (competencia considerada como una distancia corta). Pero si alguien al final de ese triatlón, hubiera venido del futuro, y le hubiera dicho a esa persona que, en tres años, él haría uno de los Ironmans más difíciles que hay en la serie alrededor del mundo, y que lo haría excelentemente bien. Esta persona le hubiera respondido a ese visitante del futuro, que estaba desquiciado; que ni en sus más locas fantasías se imaginaba siendo capaz de hacerlo. Ni siquiera podía concebirlo. ¡Eso era imposible! Simplemente le habría dicho: “NO PUEDO”.

Sin embargo, cinco meses después de ese primer triatlón sprint, esta persona estaba terminado su primer medio Ironman en Huatulco, Oaxaca, México –si no es el medio ironman más difícil del mundo, uno de los más -. Unos días después de ese primer medio ironman, dijo que; simplemente, soñaba con poder estar en la línea de salida de un Ironman. Quién sabe cuando, pero algún día. Con la misma ilusión de su primer triatlón, esta persona hizo un profundo compromiso consigo misma, y cambio su forma de entrenamiento, buscando información en diferentes medios y pidiendo ayuda y consejo a aquellos que sabían. Poco a poco, comenzó a aumentar cada vez más y más la cantidad de horas en sus sesiones de entrenamiento. Dos años y medio después; ese día, por fin llegó:
15 de septiembre del 2002, Madison, Wisconsin, E.U.A. Esa persona era...
yo mismo.

Esta es la historia que quería contarte.
Me gustaría terminar con las palabras favoritas de Rick Hoyt, triatleta Ironman quien ha terminado 6 veces esta distancia, dos de ellas en el campeonato mundial en Kona, Hawai. Él se graduó de la universidad hace ya varios años. Vive solo en un departamento en Boston, Massachussets, E.U.. Trabaja en un centro de investigación de esa ciudad, y obviamente le encantan los deportes. Ha hecho: 206 triatlones y 64 maratones -siendo su mejor marca en esa prueba 2:40:47-. Una vez, cruzó los Estados Unidos en bicicleta, además de haber participado en varios cientos de eventos acumulados en carreras de: 21,15,12,10, 8 y 5 km.
Estos logros son increíbles para el común de la gente; aun así, parecería no tener nada de especial, ya que hay mucho más de una persona que ha hecho esta cosas. Sin embargo, si que lo es.

Hace 43 años, cuando Rick estaba naciendo, se estrangulaba con su cordón umbilical, dejándolo así, imposibilitado de usar sus extremidades para el resto de su vida. Los doctores le dijeron a sus padres, -Dick y Judy - que sería un vegetal para siempre, que lo mejor sería llevarlo a una institución especial, cuando cumpliera los nueve meses – esto ni siquiera lo consideraron-. Se dieron cuenta, eventualmente, de que su capacidad mental no estaba afectada, al observar que él los seguía con sus ojos por la habitación. Al cumplir 11 años, un grupo de ingenieros le construyeron una máquina especial que produce voz y palabras; cuando él quiere comunicar algo, lo hace a través de esta maquina, posicionando su mirada sobre letras en un teclado especial, formado así sucesivamente, oraciones y textos completos en la pantalla.
Muy bien... entonces... si él nunca ha podido moverse por si solo, ¡¿cómo es posible que haga todo lo que hace?!.
Cuando Rick y su papá estaban viendo un partido de básquet ball – un año después de la construcción de la maquina especial- anunciaron por el sonido local que joven atleta había tenido un accidente de coche, que había quedado paralizado del cuello hacía abajo, y que habría una carrera de caridad para recaudar fondos. Al llegar a su casa, Rick le dijo a su Papá que quería participar en esa carrera, que él quería hacer algo por este chico. Y así fue . El señor Hoyt quien nunca había corrido más de dos kilómetros, empujo a su hijo por ocho kilometros – Dick quedó echo pedazos por dos semanas-. Esto para nada detuvo a la familia de seguir participando en carreras* –todo lo contrario-. Porque cuando Rick le comentó a su padre que cuando estuvieron corriendo ese día, se sintió como si no fuera discapacitado. El señor Hoyt decidió darle esta sensación a su primogénito, lo más que pudiera.
Un día, alguien les dijo “¿y si intentan un triatlón?”. Lo intentaron, y lo hicieron -a pesar de que, el señor Hoyt no sabía nadar, y desde que tenía 6 años, no se había subido a una bicicleta-. Y todavía ahora (el señor Hoyt ya anda cerca de los setenta años), como ese día de su primer triatlón, su papá lo pone en una lancha inflable cuando van a nadar, y lo jala por medio de un arnés especial atado al bote, mientras va nadando -Rick pesa unos buenos 50 kilos-. Después, lo lleva en sus brazos hasta su bicicleta (la de los dos), donde lo coloca en un asiento especial, unido a la bici. Y cuando corren, lo acomoda en una silla de ruedas diseñada para que Dick la pueda empujar con sus manos y antebrazos.
Las palabras favoritas de Rick Hoyt son…

¡“YO PUEDO”!

Video de Rick y Dick en acción:
http://www.youtube.com/watch?v=5AO3lhsx9JM&mode=related&search=

Su historia, en ingles:
http://www.youtube.com/watch?v=g8sqFJwnuks&mode=related&search=

Pagina oficial del equipo Hoyt:
http://www.teamhoyt.com

*Datos actualizados de la familia Hoyt hasta Junio del 2005

Pagina oficial Ironman:
http://www.ironmanlive.com

Pagina Ironman Wisconsin:
http://www.ironmanwisconsin.com

Fotos de la competencia en Madison de N.Orozco:
http://www.asiorders.com/view_user_event.asp?EVENTID=1497&BIB=440

e-mail Noé:
noeorozco_2000@yahoo.com