También podemos decir que cualquier juego puede absorber por completo en cualquier momento al jugador, de manera que el juego “en broma” y el juego “en serio” representan sus límites inferior y superior respectivamente. Cuando se practica recurrentemente se convierte en parte de la vida misma, la adorna y la complementa. Por su valor expresivo y por los nexos espirituales y sociales que genera se convierte en una función cultural. El juego en sus formas superiores, cuando significa o celebra algo, pertenece a la esfera del culto y de lo sagrado. Se asienta como forma cultural cuando es transmitido por tradición y puede repetirse en cualquier momento.
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