jueves, 14 de febrero de 2008

Forjando El Sueño


Experiencia del Triatlón Ironman, Wiscosin, 2002

por Noé Orozco Segoviano

Prólogo:

Trataré de decirte en las siguientes líneas, las cosas tan extraordinarias que se viven en un solo día. El tiempo es tan relativo ya que una hora y media parecen diez minutos, y sesenta segundos parecen meses. Durante ese día, estás realmente en otra dimensión; como en una cápsula del tiempo, o un universo paralelo.

Me sentí muy, muy fuerte durante prácticamente toda la carrera. La disfruté enormemente, de principio a fin; (ahora que estoy escribiendo esto, una catarina aterrizó en mi mano, y me acordé cuando mi papá me las ponía en ellas. Me decía que eran de buena suerte).

Todo empezó cuando me marcaron, desde ahí ya estaba super feliz. Reacomodar mi bici en el rack, y ver a todos los demás haciendo lo mismo; rodeados por un aire frío que anticipaba que algo extraordinario estaba por pasar. Luego, me fui a entregar mis bolsas especiales: una con ropa seca y otra con comida para el punto de “special needs” en la parte de la bicicleta, las cuales un voluntario me hizo el favor de llevarlas al lugar indicado. Estas personas son las más serviciales, profesionales y admirables que pueda haber; sin ellas, sería casi imposible hacer esta carrera. Ahora, me emociono nada más de pensar en todos ellos. ¡Los amo!. Después, me puse mi traje de neopreno, y más tarde, me encontré a mis nuevos amigos mexicanos que había conocido dos noches antes, en la cena de carbohidratos. Me encantó caminar con ellos, hasta el punto de partida de la natación. Mientras esperaba poder entrar al agua, (éramos casi dos mil competidores) se me salieron las lágrimas de gusto, emoción y agradecimiento; porque yo solo deseaba, desde lo mas profundo de mi corazón, que mi Madre y Padre eternos (Dios) me pusieran ahí; yo pondría el resto.

Y así fue que pensé: “No importa lo que pase, voy a dar lo mejor que tenga, y a hacer mi mejor esfuerzo.”

1ª Parte. Natación
Capítulo I: “El Equipo de Amigos”

Me metí al agua, y en punto de las siete dispararon un cañón para dar la salida. ¡Fue impresionante! Sentí una enorme emoción al empezar a nadar; apenas me dio tiempo de enfocarme y visualizar todo lo que necesitaba recorrer para el primer tramo de la natación. Traté de ir nadando lo mas lejos posible de las boyas, para no estar en medio de la bola; así que, seguramente nadé más de los reglamentarios, 3.8 km.

En el primer cuarto de la natación me sentía muy bien, empezando a calentar. Recuerdo muy bien como, cuando volteaba mi cabeza del lado izquierdo para respirar, podía ver el sol apenas asomándose fuera del lago, y los brazos y cabezas de los demás triatletas bloqueando el sol. Sus siluetas obscuras, contrastaban drásticamente con las gotas de agua que brillaban de forma mágica, con los rayos de luz del amanecer, ¡era preciosa esa escena! Y a mi derecha, el complejo Monona Terrace reflejaba el sol en sus inmensas ventanas color azul, enmarcadas por una imponente estructura blanca de concreto; desde donde, cientos de espectadores atestiguaban asombrados, como los casi mil ochocientos nadadores, agitaban con fervor, las antes calmadas aguas del lago Monona.

A la mitad de la primera vuelta se me ocurrió, que sería muy padre, se juntaran tres amigos, y cada quien hiciera una parte del Ironman; de pronto pensé : “Bueno Noé; tu podrías hacer ese equipo de tres.” Así que, me imaginé que yo era tres personas pero al mismo tiempo una sola. Entonces, ahora había uno que estaba nadando, otro que iba a pedalear, y otro que correría el maratón. ¡Me encantó la idea!

Poco después de comenzar la segunda vuelta, me dio un calambre a un lado del cuello, y me acordé de lo que había leído esa mañana en mi libro: “Tao Sports”: "No te alarmes si sientes una lesión.” Así que, me relajé y seguí nadando más despacio, al poco rato pude seguir normalmente.

Disfruté casi cada brazada que daba, a pesar de que fueron 90 minutos nadando, para mi fueron como quince, ¡estaba en otro mundo! No quería que terminara la natación, ¡la estaba disfrutando tanto! Creo que hubiera podido nadar otras dos vueltas sin dificultades.

Salí del agua, y me impresioné del tiempo que había hecho. Dijeron mi nombre y mi país por los altavoces, entonces alcé las manos saludando al público; fue una gran satisfacción. Luego, unos voluntarios me ayudaron a quitarme el traje de neopreno, para después, irme rumbo a la transición; que nos tomó mucho tiempo porque había que subir tres pisos, por una rampa de estacionamiento en forma de espiral. Me sentía muy bien y ya me andaba por empezar a pedalear.

En el área de transición, me dieron mi bolsa con las cosas para la bicicleta, me cambié, y salí corriendo con mis zapatillas en la mano, rumbo a donde estaba mi bici. Al salir, estaba la familia americana con quien me estaba quedando en Madison. Me echaban porras, al mismo tiempo que agitaban una pancarta que decía: “Go , Noé, Go”( vamos, Noé, vamos), mientras yo les mandaba un beso. Tuve que hacer una parada técnica para hacer del uno. Luego, me subí a la bici para después bajar por la otra rampa en espiral, al extremo opuesto del estacionamiento del complejo Monona Terrace.

Empecé la bici con mucho frío; ya que, además de la ropa mojada que traía, soplaba un viento helado, aunque hacía un hermoso y soleado día.

2ª Parte. Ciclismo
Capítulo II: “ Unas carreritas alrededor del mundo”.

Tomamos la avenida John Nolen que va bordeando el lago Monona, donde fue la natación. Mientras nos alejábamos, se podía ver a la distancia El Capitolio de la Ciudad, y El Complejo Monona Terrace. Hice mi primera parada antes de entrar al estacionamiento del Alliant Center, para subir un poquito más el asiento de la bici. Después de dar varias pequeñas curvas, tomamos una carretera de un carril en cada sentido. Era una recta larga, larga; ahí me di una pequeña idea de lo que eran las supuestas "subiditas", que tenía el trazado de la bici. ¡Eran verdaderas cuestas!, largas unas y otras cortas pero empinadas; que se me complicaron más por un problema mecánico. La bici no me permitía usar mi ultimo cambio; así que, las subidas más difíciles, me las tuve que echar con una combinación “39-19”. Pero también empecé a ver que esta, "competencia" era diferente. Casi todos los otros ciclistas me saludaban al pasar, me decían: “¡Buenos días! ¿Cómo vas? ¿Cómo te sientes? Y yo empecé a hacer lo mismo. Por ratos, pedaleaba con un grupo como de cinco ciclistas que nos íbamos rebasando unos a otros, mas sin ningún sentido de competencia, sino de dar lo mejor de uno mismo; y sobre todo, con el deseo de divertirnos.

Tuve que pararme para arreglar el freno de atrás que estaba atorando la llanta (revisa y “re-revisa” tu bici antes de la competencia) . Me monté en la bici, y a darle otra vez. Ya para ese entonces, no tenía ni idea del tiempo; nunca arranqué mi cronometro (a propósito no quise hacerlo). Ni veía la hora, ni tampoco entraba en calor, porque el viento estaba helado; y con la ropa mojada de agua fría, pues creo que me estaba dando un poquito de hipotermia. A pesar de todo esto, ¡el cielo estaba fabuloso! Con un sol que brillaba en todo lo alto. Había sólo unas pocas nubes; así pues , lo único que me quedaba por hacer era seguir pedaleando para entrar en calor.

Estaba por tomar una curva, cuando vi a un competidor que estaba parado al lado de su bici. Sin duda, algo le había ocurrido. Este hombre era uno de los participantes que habían hecho más de veinte Ironmans en su carrera; sin embargo, lo vi sereno y feliz, observando como pasaba todo. Lo saludé y me saludó porque nos habíamos conocido la noche anterior. Esto me inspiró muchísimo a seguir adelante y terminar la carrera.

Llegué al punto donde estaba el primer puesto de abastecimiento, y que también, marcaba el inicio de la primera de dos vueltas que daríamos a un circuito, dentro del recorrido total de la bicicleta. Seguí adelante, y todavía mi cuerpo y mis brazos estaban fríos. En ese lugar -llamado Verona- había mucha, mucha gente, aplaudiéndonos y alentándonos en todo momento. Me ayudó enormemente el apoyo de los aficionados. ¡¡¡Lo disfruté muchísimo!!! Cuando podía, les daba mi palma para chocarla con la de ellos, y a veces extendía mis dedos índices señalando hacía adelante, o simplemente subía mis pulgares para: agradecerles su apoyo, decirles que lo recibía con gusto,y que no era en balde su presencia ni lo que estaban haciendo por todos nosotros.

Después de pasar por ese punto, empezó la parte mas hermosa del recorrido.
¡No podría describir completamente con palabras, lo deslumbrante que era el paisaje! Parecía la región de la “Provence” en el sur de Francia, o las bellas colinas en los fértiles valles de la ondulada campiña suiza, o las extensas y apacibles laderas al pie del monte Fuji en Japón, o todos estos bellos lugares al mismo tiempo. A veces, parecía estar en un sueño. Era emocionante ver la fila de ciclistas pasando por esas hermosas praderas de campos de maíz, cubiertos de tonos amarillentos; de interminables praderas, con robles negros que emergían de entre los pastizales, con ese olor incomparable a campo. Y todo aquello, cubierto por un cielo azul, que era matizado -cual genial pincelada de artista- por una que otra fugaz nube que tapaba, efímeramente, el brillante y radiante sol que nos contemplaba desde lo alto de las verdes colinas de Wisconsin. ¡Todo el conjunto era una escena verdaderamente sublime!

Al llegar a otro puesto de abastecimiento, hice otra parada técnica (hacer del uno). Le dije a un voluntario que venía de México, donde hace más calor y que me estaba congelando. Él se ofreció a traerme unas “Power Bars” de chocolate, y se fue corriendo por ellas. Me ayudaron muchísimo, porque después de un rato, me sentí mejor. Me fue muy difícil entrar en ritmo sintiendo tanto frío, a pesar de que me había estado comiendo y tomando agua, desde que salí de la primera transición, hasta ese punto. Muy importante lección: ponte ropa extra que después te puedas ir quitando.

Por fin, entré en calor. Otra parada técnica más, y seguí rodando con otro grupo de competidores ¡quienes se veían felices! (no sé si igual ó mas que yo). Había ocasiones en que me acordaba de muchas personas, de momentos de mi vida, de chistes -a veces me reía cuando estaba solo en la carretera-, cosa que ocurrió en muy pocas ocasiones en la primera vuelta, por el numero tan grande de triatletas. Otra cosa particular, es que esta región está llena de granjas, y la gente de estos lugares estaba sentaba en sillas, frente a sus casas presenciando la carrera. Nos aplaudían y animaban con: campanas lecheras al mero estilo europeo, y pancartas que mostraban frases como: "You rock”, "Looking good”, "go, go ,go" , "way to go, way to go", Etc..

Ya a esas alturas había entrado en un ritmo muy bueno, no se a que velocidad iría, porque a propósito no conecté el velocímetro. Llegamos a una zona arbolada donde no se podía ver el sol, por lo tupido de la vegetación. Era realmente bella; tenía unas curvas bastante cerradas, pero ahí gané tiempo al descender porque había aprendido bien cómo tomar ese tipo de curvas, en mis entrenamientos previos. Salimos de esa zona a otra recta larga, larga; ahí fue donde empezó el viento, que unido con las subidas, hizo la parte de la bici un verdadero reto, hasta para el mejor de los ciclistas. Así, fue que llegué a la primera de las dos subidas más difíciles del recorrido.
Lo que sigue, es espectacular.

Capítulo III: “La mujer maravilla y Los Super Músculos”.

Era una subida larga y empinada, en medio de árboles de encino. En el suelo, a todo lo largo de esta parte; estaban pintados con gises de colores: nombres, leyendas, porras, dibujos, etc. ¡Era padrísimo! Y casi en la última parte, había un chorro de gente que nos gritaba, y animaba sin cesar: ¡Vamos, vamos, ya falta poquito!!! ¡Un esfuerzo mas!!! Había un cuate con un traje realmente sensacional. Tenía puesta una máscara de diablo, con todo y su trinche, y capa, que corría “endemoniadamente” al lado de nosotros, y nos gritaba como loco, acompañándonos por toda la subida. ¡Estuvo verdaderamente genial!!!! Creo que es lo más cercano a estar en La Tour de France. ¡Me encantó esa parte!

No se me va a olvidar como podía ver a los ciclistas delante de mi, parados en su pedales, moviendo su bicicleta de un lado a otro. Los escuchaba respirar agitadamente; cuando veía al suelo, leía las frases escritas en gis, y a mi lado todos los aficionados y el diablo corriendo como desquiciado, animándonos a seguir subiendo sin descanso. Wow!, ¡Ahora me encantan las subidas!!!

Llegamos a otra parte relativamente plana pero con mucho viento, que hacía que se sintiera casi lo mismo que en las subidas. Millas más adelante la otra subida difícil. Ahí no había tanta gente, y al empezar a ascender, una chica con quien iba pedaleando me dijo : "Esta es la peor". Me sugestioné y a la mitad de la pendiente me dio un calambre en el muslo de mi pierna izquierda. Me tuve que bajar de la bici para estirarla un poco, me subí a la bici, y seguí más despacio. Me ayudó mucho recordar otra vez, las palabras del libro del Tao Sports.: "Que no cunda el pánico, cuando sientas una lesión". Así lo hice; me relajé respirando profundamente, aflojando la fuerza del pedaleo. De esta forma, me recuperé en poco tiempo.

Llegamos al último pueblo grande, antes de iniciar la segunda vuelta. ¡Ahí también la gente era super, super, entusiasta!. Hice otra parada breve para recargarme de alimentos: plátanos, “Power Bars”, “Gatorade” y agua, y mojarme el cuerpo con ella (ya empezaba a hacer un poquito de calor). En ese pueblo, había una muchacha vestida de mujer maravilla que alzaba sus ”musculosos” brazos, a todos los que pasábamos frente a ella, (aunque realmente estaba delgadísima) a manera de saludo para animarnos.

Finalmente, llegué al inicio de la segunda vuelta. Me paré para tomar mi bolsa con comida que me ayudaría para todo lo que faltaba. La escala fue breve. Me volví a subir a la bici pensando: "Ya nada más faltan otros noventa kilómetros, ahí la llevas Noé, ahí la llevas. Y lo mejor de todo, es que vas a volver a ver los mismos paisajes otra vez". Necesitaba sugestionar a mi mente, pues la bici había sido brutal y todavía faltaba mucho más.

Seguí rodando un poco más lento, porque al mismo tiempo, iba comiendo e hidratándome (3/4 de un sándwich de queso, 3 galletitas de “choco chips”, un “Power gel”, algunas papas fritas, medio plátano, una barra de amaranto, media Power Bar y polvos energéticos mezclados con medio Lt. de agua y “Gatorade”). Suena mucho, pero todo esto me estaba ayudando muchísimo. Sentía como mi cuerpo iba absorbiendo lo que iba comiendo; también, éste me decía cuándo comer y qué comer.

En la segunda vuelta de la bici ya había más separación entre los ciclistas y pasé mas tiempo solo. Ya empezaba a sentir el rigor de la carrera a nivel físico y metal. Me enfocaba cada vez más en mis pensamientos, y en la carretera que pasaba bajo mis pies; mientras fijaba mi vista en mi bicicleta, y cada vez menos en los paisajes. Sin embargo, cuando me era posible, saludaba a las personas que nos animaban, haciendo señales con mis dedos o inclinando la cabeza. Tuve que hacer otra parada técnica (hacer pipí). En ese punto, me llegó un “bajón” de energía. Sabía de antemano, que este tipo de sensaciones, aparecerían durante el día. El tedio, la soledad, el silencio y el agotamiento los sentí muy fuertes; pero aún en ese estado, estaba todavía sumamente contento y motivado, y con mis piernas en buenas condiciones. Seguí adelante, mientras el viento aumentaba su fuerza, y esto hacía que las cosas se pusieran mas difíciles. Decidí sólo seguir pedaleando.

Mientras me aproximaba a la primera de las dos subidas más difíciles, iba ganando fuerza otra vez y entrando en un ritmo buenísimo. Era uno de los puntos altos en mi energía; aun así, casi al empezar la subida, me dio un fuerte calambre en la otra pierna. Tuve que bajarme, y caminar un poco; me monté en la bici, con algo de miedo, pero afortunadamente pude seguir pedaleando. Volví a hacer el mismo tipo de trabajo de afloje, usando los cambios más ligeros que tenía en la bici, para la recuperación de mi músculo. Y esto, dio resultado una vez más.

Ya recuperado, pedaleé a un super ritmo; sobre una parte plana, cubierta de un pavimento que parecía alfombra. Me sentía muy bien, pero me acercaba a la subida más dura y difícil, donde ya me había acalambrado antes. Tenía miedo de llegar ahí, pero me propuse que yo podía subirla sin problemas -era algo personal-. Empecé a subirla con determinación, pero también con mucha precaución, y relajado; ponía mi atención en la carretera, concentrándome en mi respiración, y en mi ritmo de pedaleo; diciéndome constantemente: “¡Tú puedes hacerlo Noé, vamos, vamos! ¡Eres capaz de hacerlo! ¡Sigue adelante!” Y cuando menos lo esperaba, ya había llegado casi al final. Cuando finalmente llegué a la cima de la colina, me sentí muy, muy contento y motivado. Me dije: “¡Muy bien, muy bien! ¡Lo hiciste !!!

Con esa motivación, lo menos que esperaba era que se me ponchara una llanta, pero esto fue lo que sucedió unos metros más adelante; cerca de una granja, en medio de una espesa y bella arbolada. Lo primero que pensé fue: “No hay problema, tengo todo el día, y traigo todo lo que necesito para cambiar la llanta”. Y así fue, me senté en una banca cerca de la granja, mientras unas personas se acercaron para ofrecerme ayuda. Otra cosa que me encantó; fue que, no menos de diez competidores, me gritaron: si necesitaba algo, si estaba bien. Yo, con mucha emoción por su espíritu de ayuda, les daba las gracias, y les decía que estaba bien.

No sé cuanto tiempo necesité para el cambio – por problemas con la válvula de la cámara de refacción y tuve que usar la segunda y última cámara que traía, rezando no ponchar otra vez- pero me sirvió mucho para descansar. Me subí otra vez a la bici, determinado a seguir adelante. ¡Y fue increíble! Mientras más avanzaba, rodaba mejor, y mejor. Me sentía cada vez más y más fuerte, no podía creer cómo era posible que mis piernas se sintieran tan bien, después de tantos kilómetros, en ese tipo de terreno, y del viento tan fuerte que estaba soplando en ese momento.

Por fin, llegué a la autopista que me llevaría a Monona Terrace, donde me esperaba mi ropa para correr el maratón. ¡Me encantó la entrada a Madison! podía ver el cielo azul, con el sol brillando en todo su esplendor. Y al fondo, el capitolio y el edificio Monona Terrace que se reflejaba magnifico en el lago. Estaba muy motivado y ansioso por empezar a correr. Había disfrutado muchísimo la parte de la bicicleta.

Subí por la espiral del estacionamiento sin problemas, dejé mi bicicleta a los voluntarios, y me dirigí a un gran salón para tomar mi bolsa con mis cosas de correr, y entonces ahí mismo cambiarme.

3ª Parte. El Maratón
Capítulo IV: “Piernas, síganse moviendo”.

Los voluntarios seguían animándonos sin descanso, nunca olvidaré las palabras de uno de ellos, (quién sabe que cara me habrá visto) mientras le dejaba mi bolsa con mis cosas de la bici. Me dijo: “Hazme un favor, ve y diviértete lo más que puedas en la carrera”.

Con esa instrucción, salí para empezar a correr el primer maratón de mi vida. ¡Me sentía muy bien!!! Antes de disponerme a correr, me tomé mi tiempo para comer algo, e hidratarme (porcioncitas de: papas fritas, amaranto, un pedazo de sandwich de queso y un trozo de barra de granola, agua y “Gatorade”). Comencé trotando a un buen ritmo; y de inmediato, me encontré con la primera de las muchas cuestas de las cuales, consistiría esta brutal carrera. Mientras pasaba frente al capitolio de Madison que lucía hermoso a esa hora de la tarde, miles de personas nos gritaban sin cesar, y pensaba que la parte a pie del Ironman, iba a ser algo muy especial. Y así sería.

Tomé la calle Dayton, mientras la recorría cuesta abajo, a un paso firme pero más conservador que al dejar la transición; porque me había propuesto: no caminar en ningún momento de la difícil maratón que me esperaba. Así que, era mejor aminorar el paso, si es que quería que esto pasase. Eventualmente llegaría al final de esta avenida, donde me esperaba una de las partes que más disfrutaría de toda la competencia: El Estadio de Los “Badgers de Wisconsin”. El día anterior, había estado presenciando allí, uno de los juegos de Futbol Americano, más emocionantes que haya visto. En ese juego también, por el sonido local, habían felicitado a todos los atletas que íbamos a hacer el Ironman al día siguiente. Fue verdaderamente espectacular, escuchar a todas esas miles de personas aplaudiéndonos y felicitándonos con gran entusiasmo. Así pues, al ir corriendo alrededor del terreno de juego, me emocioné muchísimo.

Salí del estadio con la ilusión de que pasaría por ahí otra vez. Corrí un pequeño tramo más, para después entrar a University Avenue que estaba llena de árboles los cuales, se movían al compás del silencioso viento frío que soplaba suavemente, para refrescarnos de la dura jornada de horas sin descanso, que ya llevábamos todos hasta ese momento.

Otra pequeña calle y tomé Observatory Drive que pasa a través de los campos deportivos de la universidad de Wisconsin y donde también estaba la subida más desafiante del recorrido. Pase por ahí la primera vez cuesta abajo, esperando el momento de tener que subirla al regresar. Después, entramos a State Street que está llena de restaurantes y bares; y que ahora también, estaba repleta de gente que nos animaba, gritándonos y felicitándonos con un entusiasmo fuera de este mundo. Esto me motivaba muchísimo a seguir. Un poco más adelante, estaba el retorno que marcaba la mitad de la primera vuelta. Así, poco después, volvería a la no tan larga, pero empinada subida. Esta primera vez, no fue tan dura pero me faltaba la segunda vuelta. Más adelante, entramos a un camino que va a todo lo largo de las orillas del lago Mendota. Era una de las partes mas bonitas del maratón. Se podía ver el lago a través de los árboles, y al sol que ya empezaba a ponerse. El astro rey era un mudo testigo de la hazaña que estábamos realizando, los miles de corazones y almas que les decían a las piernas: “síganse moviendo”, a pesar del cansancio que nos invadía a muchos de los que estábamos persiguiendo nuestro sueño de terminar la carrera; y así, convertirnos...en un Ironman.

En uno de los puestos de abastecimiento en Walnut Street, había unos voluntarios chistosísimos: Uno tenía una falda roja y unos cuernos de Vikingo; otro, traía puesto un vestido rojo de lentejuelas y un gorro de Santa Claus, y la que me dio más risa fue una que estaba vestida con un hábito de monja color guinda y blanco. Usaba un gorro de “novicia voladora”, y una enorme cruz que le colgaba del pecho. Ella nos ofrecía vasos con agua “¿bendita...?”; ¿quién sabe...? el hecho es que si querías confesarte, o pedirle ayuda al Señor, este era el momento y el lugar ideal para hacerlo.

Tomaría la misma ruta de regreso para llegar al Capitolio, para así poder iniciar los 21 Km. restantes. Casi llegando al final de mi primera vuelta, en Dayton Street, me encontré a Katty Smith, “la super mamá” (madre de 5 y una de la mejores triatletas en su categoría de edad). Le pregunté si era ella, para estar seguro; me contestó afirmativamente. Entonces, le hice saber el gusto y el honor que para mi, representaba estar corriendo junto a ella en ese momento, y que este era mi primer Ironman. Me preguntó si era mi última vuelta; le respondí que no, y con esto me dijo: -“ Mira, cuando des tu última vuelta, estés llegando al final, y cruces esa línea de meta; será una de las experiencias más increíbles que puedas tener en tu vida; y ésta, ya no será la misma después”.

Con esa motivación, llegué al retorno enfrente del Capitolio, (ubicado, irónicamente, a menos de 50 metros de la línea final) donde miles de espectadores nos aplaudían y gritaban sin cesar. Me dije en voz alta:-”One more lap Noé, one more lap!..., just… one… more… lap…! ( ¡Una vuelta mas Noé, una vuela más!, Solo...una...vuelta... más”). Al mismo tiempo, hice un ademán con mi dedo índice, indicando un numero uno. También, moví varias veces mi cabeza hacia delante con mucha fuerza, para enfatizar y reafirmarme, lo que me estaba diciendo verbalmente.


Capítulo V: “Unas voluntades del tamaño del mundo”.

Seguí avanzando por la misma ruta, con la misma motivación, el mismo paso, y la misma emoción al correr por el estadio.
Me iba sumergiendo cada vez más en mis pensamientos, y en el sonido que hacían mis pisadas al golpear con el asfalto. Trataba de seguir comiendo e hidratándome, como lo había estado haciendo desde el principio del maratón con: barras de granola, uvas, melón, plátano, Gatorade, agua, Pretzles (galletas saladas) y caldo de pollo -que me cayó retebien- .

La temperatura empezaba a bajar, y comencé a sentir un poco de frío por la ropa para clima cálido que llevaba puesta. Otra buena lección aprendida : dejar con los voluntarios ropa extra que después te puedas ir poniendo.

Cada vez sentía mas inclinadas las pendientes que tenía el trazado; aún así, me esforzaba para no caminarlas, como me lo había propuesto.

Por ratos, solo veía mis pies moverse uno frente al otro, bajo el resto de mi cuerpo, mientras alejaba mi concentración lejos del dolor que sentía en mis músculos, y la enfocaba más en mi mente, y en mis pensamientos. A veces, ponía mi atención en las bellas construcciones históricas de la universidad, en los espectadores, o en la magnifica vista que me brindaba el conjunto de frondosos árboles, verdes parques, y edificios grisáceos, enmarcados por el cielo; el cual, como si fuera un enorme lienzo color azul, era matizado poco a poco con tonos, amarillentos, anaranjados, rosas y violetas, que emergían uno por uno, por la luz que se iba difuminando, bajo la presencia de la espectacular puesta de sol.

A esas alturas de la carrera, la relación entre los corredores era de total admiración, respeto y fraternidad. Cuando alguien rebasaba a otro “competidor” nos decíamos unos a otros: ¡“Muy bien!, buen esfuerzo! ¡Te ves muy bien! ¡Sigue adelante! ¡Bien hecho!”.

Antes de llegar al retorno en State Street, vi pasar ya de regreso, a un hombre corriendo con un brazo inmovilizado que era sostenido por una banda elástica. ¡Era Enrique Gil, uno de mis amigos mexicanos! cuando lo alcancé, le pregunté que le había pasado. Me dijo que había tenido una fuerte caída en una curva, muy al principio del circuito de bici, y que tuvo que reparar su doblado y maltrecho ,-como su hombro-, rin delantero, manejar y correr todo el resto de la competencia con un solo brazo. No podía creer, cómo es que había llegado hasta ahí, y cómo era posible que pudiera seguir corriendo. Al tocarle su hombro, sentí que estaba muy, muy hinchado; parecía tenerlo fracturado. Corrí un rato a su lado; luego, me despedí de él para entonces llegar al punto más crítico de la carrera.

Me metí a un baño movible para hacer del uno y...; ¡ya no quería salir de ahí!, recargué mi cabeza contra la pared del baño, cerré mis ojos, y lo único que deseaba: era quedarme allí y dormir. Estaba –estrictamente hablando- confrontando la famosa “pared”; de la cual, tanto me habían hablado otros atletas.
No me duró mucho el descanso; ya que, casi inmediatamente, otro competidor abrió la puerta del baño; y al hacerlo, casi me caigo de boca sobre la banqueta .Ya no tenía, ni literal ni figurativamente, donde esconderme. No me quedaba otra más que seguir corriendo.

Volví a alcanzar a Enrique casi en la cima de la subida “matadora” del maratón, que pensé, era imposible subirla corriendo a esas alturas de la competencia; sin embargo, así estábamos subiendo mi amigo y yo. Lo único que pude decirle fue: “!Gil..., tienes unos huevotes del tamaño del mundo!!!”

Ya solo faltaban unos cuantos kilómetros para terminar la carrera . El cansancio podía sentirlo en todo mi cuerpo, pero mis piernas todavía podían seguir corriendo; éstas, se movían una frente a otra como en cámara lenta. El tiempo se empezó a expandir. A veces, perdía la conciencia de los sonidos a mi alrededor, y solo escuchaba mis pisadas sobre el asfalto. Y lo que veía, eran las luces fluorescentes de los competidores frente a mi, que se balanceaban como luciérnagas; moviéndose en una armónica y sutil danza; dirigiéndose hacía la meta, a través de la oscuridad de la noche; como sí fueran guiadas por un invisible y mágico conjuro.

Llegué por última vez al estadio de futbol americano de los Badgers. Estaba completamente iluminado por el alumbrado eléctrico. ¡Lucía esplendoroso!, Esa última vuelta por el campo de juego fue de antología. Mientras pasaba por ahí, sentí una gran emoción, recordando los años cuando jugaba Futbol Americano. Como una cascada de recuerdos, esos momentos pasaron frente a mi. Contemplé todo ese largo camino; y ahora, estaba aquí, presenciado y forjando este sueño: el de convertirme en un Ironman. Lo que deseaba hacer en ese momento era darle un beso a la cancha de pasto artificial. Y eso fue lo que hice. No quise quedarme con las ganas, y sin pensarlo mucho, me fui trotando al centro del campo, me hinqué, y después de levantar mi cara y mis brazos al cielo, puse mis labios sobre el pasto sintético de ese terreno de juego que estaba simbolizando tantas cosas en esos momentos.

Salí del estadio para tomar la avenida Dayton hacia El Capitolio, di vuelta en State Street para luego entrar a la última calle con una pendiente inclinada al lado del Capitolio, una vuelta a la izquierda en Main Street, otra más a la derecha en Martin Luther King y…

Capítulo VI: “La Línea de Meta” .

Ahí estaba ella, rodeada de cientos de personas gritando, aplaudiendo, llorando... Enmarcada por el oscuro lago, y una fuente hermosa del complejo Monona Terrace. Bajo mis pies, una gran alfombra roja que ya había sido pisada por miles de sueños e ilusiones; mojada de sudor y de lágrimas. Ahora era mi turno. El tiempo se detuvo para mi. Todo el ruido a mi alrededor iba desapareciendo poco a poco, mientras me parecía ir flotando por el aire. Al ir avanzando rumbo hacia ese arco color blanco; que estaba esperando ser cruzado por mi, junto con todos mis sueños y esperanzas, cientos de voces sonaban lejanas, como susurros, coreando las hazañas de todos los hombres y mujeres de acero que habían sido y estaban siendo forjados y forjadas, al calor del espíritu, y el frío de la noche.

No sabía bien que hacer, a veces movía mis brazos en círculos hacia delante, o ponía mis manos en mi cabeza, o cubría mi boca, mientras miraba hacia el cielo estrellado de Madison. O simplemente veía hacia el suelo, moviendo mi cabeza de un lado a otro, incrédulo de lo que estaba pasando. El dolor y el cansancio que tenía habían desaparecido por completo. ¡Sentía que volaba! Vivía con tanta intensidad esos momentos que, esos últimos metros fueron como kilómetros, y esos breves segundos, fueron años.

Por fin, enfrente de mi, vi una cinta color blanco que cruzaba a la altura de mi cintura, a lo largo de toda la meta. Levanté mi brazo derecho mientras empujaba la cinta con mi cuerpo. Sentía como se iba deslizando por mi estomago, luego mi cadera y mis piernas. Cuando di un salto enorme para cruzar la meta:

¡¡¡LO HICE!!!, ¡¡¡LO HICE!!!, ¡¡¡LO HICE!!!

Estaba tan feliz, que me incliné a besar el suelo otra vez. Los voluntarios me levantaron para no estorbar a los otros competidores. Inmediatamente después, me colocaron una medalla -que también besé-, mientras alzaba mi cabeza, agradeciendo a Dios por haber podido estar cumpliendo el sueño tan, tan, anhelado.

No podía creer que lo había hecho (todavía lo continúo asimilando).

Caminé un poco, mientras otro voluntario me daba algunas indicaciones. Fue cuando vi a mis amigos atrás de las vallas. De inmediato me dirigí hacia ellos, ¡¡estaban felices!! Mientras nos abrazábamos, me decían lo emocionados y orgullosos que estaban de mi. Sus ojos tenían un brillo increíble, y las sonrisas que había en sus rostros, me hacían sentir aún más feliz de lo que ya estaba. Y en sus abrazos percibía el cariño, el orgullo y la admiración que sentían por mi logro. Fue un momento increíble, el compartir con estas personas que aprecio tanto, este logro personal tan grande y tan especial.
Mientras nos tomábamos fotos, seguía agradeciendo a Dios, y a todos por todo su apoyo. Lágrimas de alegría se escurrían por mis mejillas, al recordar a toda mi familia, a mi esposa, y a mis amigos en México. Y aunque físicamente no estuvieran ahí; estaban presentes todos y todas; como lo habían estado en espíritu, durante todo este día. Les decía mentalmente: ¡Gracias!, ¡gracias!, ¡gracias por todo! ¡Los amo!

Seguí hablando un poco más con mis amigos, mientras me empezaba a recuperar. Me puse algo más abrigador para ir a recoger mi bici y el resto de mis cosas a un gran salón en el “Monona Terrace”, donde me encontré con mis camaradas mexicanos reunidos ahí. Durante la agradable platica, uno de ellos nos propuso:
-Vamos al “Table” a celebrar, todavía es hora”-. Me pregunté, ¿de dónde él iba a sacar la energía para ir? Yo estaba “muerto” de cansancio y de hambre -y un poco mareado también-. Luego, caminé por la entrada principal del “Terrace”, mientras escuchaba al animador del evento por el sonido local, anunciando la llegada de más competidores a la línea de meta.
Me subí al coche de mis amigos estadounidenses para irnos a su casa; en donde, me estaba esperando -además de una deliciosa y abundante cena- una suave y mullida cama; sobre la cual, caería a dormir como una piedra.

Epílogo

Quizás, si hubiera ido más cerca de la boyas en la natación, hubiera hecho menos tiempo. Y si no hubiera hecho tantas paradas en la bicicleta, habría terminado mucho antes. También, si hubiera corrido a un ritmo mas intenso en la maratón, hubiera tenido un mejor lugar general en la competencia. Y si hubiera tenido una bicicleta aún más ligera...y si hubiera practicado más horas...si no se me hubiera ponchado la llanta... Etc., Etc.

El tiempo que haces para terminar la carrera es muy relativo. Es posible cuantificar la velocidad, el tiempo, la distancia, las calorías, Etc.; pero no puedes medir el esfuerzo ni el deseo por hacer una competencia de estas proporciones. Ni hay forma de saber, cuanta voluntad y coraje se necesitan para terminar algo como esta prueba física, mental y emocional .

Ni tampoco podemos saber la historia personal de cada uno, ni el camino que recorrieron para, simplemente, poder llegar a la línea de salida. Por ejemplo, hace tres años conocí a alguien que me dijo que uno de sus sueños de su vida era: hacer un triatlón. Esta persona nadaba mal, lo más que había andando en una bici de carreras, era una cuadra, y su mayor distancia corriendo habían sido 6 km - que los sintió como un maratón-. Aún así, con mucha dedicación y entusiasmo se preparó por dos meses e hizo su primer triatlón Sprint (competencia considerada como una distancia corta). Pero si alguien al final de ese triatlón, hubiera venido del futuro, y le hubiera dicho a esa persona que, en tres años, él haría uno de los Ironmans más difíciles que hay en la serie alrededor del mundo, y que lo haría excelentemente bien. Esta persona le hubiera respondido a ese visitante del futuro, que estaba desquiciado; que ni en sus más locas fantasías se imaginaba siendo capaz de hacerlo. Ni siquiera podía concebirlo. ¡Eso era imposible! Simplemente le habría dicho: “NO PUEDO”.

Sin embargo, cinco meses después de ese primer triatlón sprint, esta persona estaba terminado su primer medio Ironman en Huatulco, Oaxaca, México –si no es el medio ironman más difícil del mundo, uno de los más -. Unos días después de ese primer medio ironman, dijo que; simplemente, soñaba con poder estar en la línea de salida de un Ironman. Quién sabe cuando, pero algún día. Con la misma ilusión de su primer triatlón, esta persona hizo un profundo compromiso consigo misma, y cambio su forma de entrenamiento, buscando información en diferentes medios y pidiendo ayuda y consejo a aquellos que sabían. Poco a poco, comenzó a aumentar cada vez más y más la cantidad de horas en sus sesiones de entrenamiento. Dos años y medio después; ese día, por fin llegó:
15 de septiembre del 2002, Madison, Wisconsin, E.U.A. Esa persona era...
yo mismo.

Esta es la historia que quería contarte.
Me gustaría terminar con las palabras favoritas de Rick Hoyt, triatleta Ironman quien ha terminado 6 veces esta distancia, dos de ellas en el campeonato mundial en Kona, Hawai. Él se graduó de la universidad hace ya varios años. Vive solo en un departamento en Boston, Massachussets, E.U.. Trabaja en un centro de investigación de esa ciudad, y obviamente le encantan los deportes. Ha hecho: 206 triatlones y 64 maratones -siendo su mejor marca en esa prueba 2:40:47-. Una vez, cruzó los Estados Unidos en bicicleta, además de haber participado en varios cientos de eventos acumulados en carreras de: 21,15,12,10, 8 y 5 km.
Estos logros son increíbles para el común de la gente; aun así, parecería no tener nada de especial, ya que hay mucho más de una persona que ha hecho esta cosas. Sin embargo, si que lo es.

Hace 43 años, cuando Rick estaba naciendo, se estrangulaba con su cordón umbilical, dejándolo así, imposibilitado de usar sus extremidades para el resto de su vida. Los doctores le dijeron a sus padres, -Dick y Judy - que sería un vegetal para siempre, que lo mejor sería llevarlo a una institución especial, cuando cumpliera los nueve meses – esto ni siquiera lo consideraron-. Se dieron cuenta, eventualmente, de que su capacidad mental no estaba afectada, al observar que él los seguía con sus ojos por la habitación. Al cumplir 11 años, un grupo de ingenieros le construyeron una máquina especial que produce voz y palabras; cuando él quiere comunicar algo, lo hace a través de esta maquina, posicionando su mirada sobre letras en un teclado especial, formado así sucesivamente, oraciones y textos completos en la pantalla.
Muy bien... entonces... si él nunca ha podido moverse por si solo, ¡¿cómo es posible que haga todo lo que hace?!.
Cuando Rick y su papá estaban viendo un partido de básquet ball – un año después de la construcción de la maquina especial- anunciaron por el sonido local que joven atleta había tenido un accidente de coche, que había quedado paralizado del cuello hacía abajo, y que habría una carrera de caridad para recaudar fondos. Al llegar a su casa, Rick le dijo a su Papá que quería participar en esa carrera, que él quería hacer algo por este chico. Y así fue . El señor Hoyt quien nunca había corrido más de dos kilómetros, empujo a su hijo por ocho kilometros – Dick quedó echo pedazos por dos semanas-. Esto para nada detuvo a la familia de seguir participando en carreras* –todo lo contrario-. Porque cuando Rick le comentó a su padre que cuando estuvieron corriendo ese día, se sintió como si no fuera discapacitado. El señor Hoyt decidió darle esta sensación a su primogénito, lo más que pudiera.
Un día, alguien les dijo “¿y si intentan un triatlón?”. Lo intentaron, y lo hicieron -a pesar de que, el señor Hoyt no sabía nadar, y desde que tenía 6 años, no se había subido a una bicicleta-. Y todavía ahora (el señor Hoyt ya anda cerca de los setenta años), como ese día de su primer triatlón, su papá lo pone en una lancha inflable cuando van a nadar, y lo jala por medio de un arnés especial atado al bote, mientras va nadando -Rick pesa unos buenos 50 kilos-. Después, lo lleva en sus brazos hasta su bicicleta (la de los dos), donde lo coloca en un asiento especial, unido a la bici. Y cuando corren, lo acomoda en una silla de ruedas diseñada para que Dick la pueda empujar con sus manos y antebrazos.
Las palabras favoritas de Rick Hoyt son…

¡“YO PUEDO”!

Video de Rick y Dick en acción:
http://www.youtube.com/watch?v=5AO3lhsx9JM&mode=related&search=

Su historia, en ingles:
http://www.youtube.com/watch?v=g8sqFJwnuks&mode=related&search=

Pagina oficial del equipo Hoyt:
http://www.teamhoyt.com

*Datos actualizados de la familia Hoyt hasta Junio del 2005

Pagina oficial Ironman:
http://www.ironmanlive.com

Pagina Ironman Wisconsin:
http://www.ironmanwisconsin.com

Fotos de la competencia en Madison de N.Orozco:
http://www.asiorders.com/view_user_event.asp?EVENTID=1497&BIB=440

e-mail Noé:
noeorozco_2000@yahoo.com

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