viernes, 22 de agosto de 2008

Reseña del Ironman de Francia,

Niza 22 de junio del 2008
Por Noe Orozco Segoviano

El escenario y sus actores
Alrededor de 40 países representados, y con la participación de 2270 atletas, (84 mexicanos entre ellos), partimos en punto de las 6:30 de la mañana, para realizar la prueba deportiva más dura de un solo día, el triatlón Ironman. Llevado a cabo en esta ocasión en el sur de Francia, y que consistió en: nadar 3.8 Km. en las cristalinas aguas color turquesa del mar mediterráneo, pedalear 180 km a través de los imponentes Alpes franceses, (que es el circuito más hermoso de bicicleta de la serie Ironman y el segundo más desafiante del mundo, ya que cubre una de las etapas de montaña de la Tour de France). Y finalmente, correr 42.2km (un maratón) a lo largo de la línea costera de la joya de la Costa Azul, en la sofisticada y calurosísima Niza. Todo en un tiempo límite de 16 horas.

Los momentos previos:
En la silenciosa y bella madrugada del domingo 22 de junio, caminando por la extensa y multicolor plaza del centro de Niza, decenas de personas aparecen como espectros en la tenue oscuridad. Unas de ellas vienen de la noche de juerga que pasaron en las discotecas de la playa de Niza, portando vasos de cerveza en sus manos, con caras sonrientes y cansadas; otras, como yo, marchan a paso apresurado, cargando bolsas con equipo deportivo, acompañadas de sus familias, parejas, y/o amigos/as, caminando rumbo al paseo costero “Promenade Des Anglais”, donde se encuentran ya, perfectamente acomodadas, miles de bicicletas a las que nos acercamos para hacer los preparativos finales, en medio de un transparente y cálido aire; en el cual, se siente la excitación de otro triatlón más, o en cientos de casos, el miedo a lo desconocido del primer Ironman. Se pueden “oler” los nervios de la mente que se pregunta “¿Me habré preparado lo suficiente? ¿No se me habrá olvidado algo? ¿Y qué pasa si…? Estas preguntas se mezclan con la fuerza de nuestros entrenados cuerpos, el amor en el corazón por nuestros seres queridos, y el compromiso en el alma con nuestro país y equipo. Esos son para mí, los momentos antes de un empezar un Ironman: un mini universo donde las metáforas de vida se vuelcan, en miles de sentimientos y pensamientos, dudas y certezas, sueños y esperanzas, gozo y dicha sublimes.

La natación:
La natación requirió de lo mejor de nuestras habilidades para la orientación en aguas abiertas, debido al circuito en forma de rombo, las dos vueltas en sentidos opuestos, y la salida temporal del agua, corriendo un tramo por la playa para después entrar otra vez al mar de codazos, puñetazos y patadas propinados, por y a ,los miles de cuerpos quienes, cubiertos de trajes de neopreno negro, forman un cardume humano que se mueve de forma casi hipnótica por la agitadas aguas mediterráneas, cuyas cristalinas gotas de agua brillaban como un collar de perlas, contrastando con las oscuras siluetas de los poderosos brazos de los nadadores, recortadas por el sol que aparecía poco a poco sobre el horizonte francés.
Después de estar en una burbuja dimensional, (el tiempo siempre parece comprimirse en la parte a nado) apresuramos nuestra salida del mar, que se ve entorpecida por el dolor en los pies al pisar las duras piedras de la orilla. Una vez acabada la primera prueba, despojarse de nuestra segunda piel, y correr por nuestra bolsa con el equipo para la bici lo más rápido posible, es la consigna en la mente de los nadadores, ahora en el proceso de convertirse en ciclistas. “!Ufff… sobreviví…ya llevo una y faltan dos”!

El ciclismo
Unos días antes de ir al Ironman, tuve un sueño que me mostraría como sería, y que tendría que hacer para sobrevivir en este evento deportivo en el sur de Francia. Soné que iba caminando por una sinuosa carretera, enclavada en lo alto de las rocosas laderas de una montana; en la cual, vivía una bruja muy sabia y poderosa quien, mientras volaba por los aires en su escoba, me arrojó un papelito blanco, en donde había una manchita negra en una de las esquinas. En el sueño seguí caminando cuesta abajo por aquella carretera, hasta llegar a un área densamente arbolada, desde donde se podía apreciar a la distancia un hermosísimo valle.
Pues bien, esos mismos paisajes de mi “onírico pasaje”, los pude apreciar en vivo y a todo color durante el recorrido de la bicicleta!
Como el sueño me lo advirtió, escribí antes la información más importante de la ruta de ciclismo,(las distancias de: las subidas y sus grados de dificultad , las bajadas y las zonas planas) en un papelito que pegué en el manubrio de mi bici. Consulte mi pequeño acordeoncito una y otra vez a lo largo del recorrido de los 180 km. Esto me ayudó enormemente para el circuito, sobre el que rodé como si ya lo hubiera hecho muchas veces antes. Mas en realidad, esa fue la primera vez que lo hacía y era verdaderamente hermoso! Imponentes paisajes aparecían por doquier, en medio de los cuales los ciclistas hacían un descomunal esfuerzo, ascendiendo pedalazo a pedalazo por interminables kilómetros y kilómetros, a través de aquellas durísimas montañas que parecían no tener fin, para luego bajar como bólidos por las zigzagueantes y peligrosas curvas alpinas, y luego recorrer extensas altiplanicies en medio de verdes campos de intenso olor a pino. Todo aquello coronado por un hermoso cielo azul, desde donde el sol, hacia caer sus inclementes rayos, subiendo todavía más la temperatura de nuestros agitados cuerpos, que no se atrevían a pensar (el cuerpo también piensa) que aún faltaba correr un maratón, al final de esta hermosa y agotadora sección.

El negrito en el arroz
Siempre pensé que la mancha en el papelito blanco de mi sueño, era el presagio de que tendría un percance en algún momento de la bici, por eso iba todo el tiempo con muchísima concentración, especialmente en las bajadas. Los años de rodar en la bellas e infames carreteras de las sierras de mi tierra adoptiva, Oaxaca, me dieron la habilidad y pericia para hacer un ascenso rítmico y constante, y un descenso velocísimo y muy seguro. Lo que en realidad quería decir la mancha en el papel que me dio la bruja, fue un simple, y a la postre, significativo error táctico que cometí de la bici. Aumenté la intensidad de mi ritmo en los últimos 20 km. cosa por demás fatal en un evento como este. A esa hora, la intensidad del calor también aumento de forma pavorosa, cuando pasaba por la sección menos bonita del recorrido en bici, y que era una sequísima y estéril zona industrial al oeste de Niza.
Al llegar a la zona de transición y entregar mi bici a los voluntarios, yo ya estaba hecho polvo! Tenía una sensación de un calor “rostizante” en todo mi cuerpo (ahora si ya sé lo que sienten los pollos de la rosticería). La sensación era como la de estar en vapor seco, aún estando sentado bajo la sombra de la carpa, donde me ponía mi equipo para correr. Sabía que sería complicadísimo bajar mi mejor tiempo de la maratón, que era uno de mis objetivos secundarios de este Ironman; solamente saldría a sobrevivir y terminar lo que ya había empezado. Me puse mi gorra blanca estilo “Lawrence de Arabia”, un montón de vaselina en los pies, mis inseparables lentes de sol, y “a darle que es mole de olla”.
La primera vuelta de 10.5 km por el bello boulevard costero, adornado por enormes palmeras, la hice en una hora exactamente. Pensé – “a este ritmo todavía puedo bajarle a mi record”-. Pero un par de kilómetros más adelante, como un candente y arrasador torbellino, el inclemente calor y el esfuerzo de todo el día me pegaron con todo! Sin importar cuánta agua me echaba, apenas y bajaba la sensación de calor. Se sintió como si una explosión nuclear me hubiera golpeado. Mis circuitos se apagaron, y ahora sí que como en las elecciones presidenciales, “!se cayó el sistema!”. Ya no quería saber nada de nada. Empecé a caminar, y ni las porras de mi fiel pareja Dawn y de los mexicanos/as allí presentes, ni los mensajes de apoyo y motivación que me habían enviado mi familia y amigos, ni el orgullo de llevar los colores nacionales estaban funcionando.

El plan B
La maratón era un verdadero campo de heridos, después de una cruel batalla. A la gran mayoría se les (nos) veía realmente sufriendo, apenas sobreviviendo y moviéndonos por quien sabe que medios.
En mi caso, fue la estrategia de correr, cual soldado avanzando por trincheras, de un puesto de abastecimiento a otro, que estaban separados por 1.7km entre si,- que más bien parecían como 5-. Fue así que llegue al punto de retorno, ubicado al lado del aeropuerto de Niza, ayudado durante algunos kilómetros por mi compatriota leones, Jose Guillermo, quien iba a buen paso y del cual me pesqué, de mosca como cuando de niño me iba colgando de los camiones. Ya no podía más y fue así que me bajé de mi “remolque” en un área empastada en donde había unos enormes árboles. Me senté a la sombra unos breves minutos para recuperarme. Me levanté a “correr-trotar”, para así terminar mi segunda vuelta , apoyado por el grito de uno de mis compatriotas, de nombre desconocido, quien me dijo justo cuando empezaba a caminar otra vez –“vamos paisano! Ahí no’más. Al pasito, al pasito!”-
Ya solo me faltaba un medio maratón. Me fui sintiendo mejor los siguientes 5.5 km. ya que la sombra de los edificios del boulevard nos fue cubriendo conforme avanzaba la tarde. Entre muchos otros pensamientos que me motivaron a seguir adelante, la idea de volverme a sentar unos minutos en el pasto tras de un árbol, al lado del aeropuerto me fue jalando cual carnada a la presa. Eventualmente finalicé mi tercera vuelta; otra vez y por última me enfilé rumbo al aeropuerto, en donde estaba vez si me tumbé de panza en el fresco pasto y me perdí, durmiéndome por unos tres o cuatro minutos. Recuperado, me dirigía hacia la línea de meta, mientras mi mirada se perdía en las aguas del mar color turquesa, el cielo azul cobalto y la cálida playa de tonos grisáceos, de la cual me imaginaba tomaba una de sus millones de pulidas piedras, simbolizando mi unión con la tierra y la magia del sur de Francia.
A unos metros de la meta, mi constante e incondicional compañera de Ironmans, Dawn Robinson, me pasó una enorme bandera de México perteneciente a mi familia, y en la cual van representados todos/as y cada uno/a de ellos/as. Esta vez, quise que todos ellos llegaran primero a la meta, así que puse mi símbolo patrio por delante de mí, cual capote de torero, finalizando una heroica y mortal faena, en la cual di lo mejor que tenía. Pisando la bendita alfombra frente al arco blanco que marca el final de la batalla, me abro paso a la inmortalidad y celebro los últimos metros de otra larguísima y épica jornada, que comenzó meses y meses atrás, con mi primer entrenamiento en miras a este evento, mi Ironman número 6, que culminaba una vez más, y el cual me dejaba sumamente contento y aliviado de por fin verlo terminado. Mientras escuchaba como el animador del evento decía mi nombre y las palabras “México”, crucé triunfal y finalmente el arco color blanco con los brazos en todo lo alto, junto con un competidor francés, y esto para mi simbolizaba que no cruzo solo la línea de meta, sino que lo hago y haré siempre junto con mi familia, pareja, amigos y amigas y mi patria.

Un arriero me dijo que no hay que llegar primero, sino hay que saber llegar
En los momentos finales del Ironman (cerca de las 10:30 pm) cerca de la línea de meta, estaba reunido con nuevos y viejos amigos y amigas y Dawn, comentando lo que había sido el día. Una de ellas nos dijo que había visto morir a un hombre justo al lado de ella, en la enfermería donde habían acabado de atenderla. Por la expresión en su cara, nos pareció cierto lo que estaba diciendo. Otro compatriota nos dijo que en el circuito del ciclismo, un competidor había fallecido al salirse de la carretera. Hasta ahora no me ha sido posible confirmar esto que acabo de escribir, mas durante el circuito de bici vi y oí pasar varias veces a la ambulancia, y mientras estábamos ahí parados todos al final del evento, vimos como los socorristas iban y venían, una y otra vez con su camilla y silla de ruedas, trayendo a la enfermería, una persona tras otra; y unas de ellas lucían realmente muy mal.
Sabía que estas escenas de dramatismo podrían pasar, ya que las había visto en el sueño que tuve antes de la competencia. En la parte final del sueño, vi con espanto como aparecía un enorme tornado en el valle al pie de las montañas donde vivía la bruja, el torbellino se dirigía rápidamente hacia mí y las personas y animales que estaban ahora acompañándome. Corrimos despavoridos a buscar refugio y en cuestión de segundos, la descomunal energía del tornado nos golpeo a todos! Por centímetros yo alcancé a ponerme detrás del tronco de un árbol. Por varios segundos, la gigantesca y candentísima fuerza de lo que se sentía como una explosión nuclear, golpeo mi árbol que, providencialmente, resistió el intenso embate. Todas las personas nos salvamos, mas no así los animales. Vi a uno en particular, una moribunda zorra que tenía todo su cuerpo quemado y con laceraciones, que me miraba con ojos tristes y cansados, esperando solo el momento de morir.
Fuera cierto o no lo que escuchamos en palabras de mi compatriota, (las posibilidades de que sea cierto son altas, mas ruego para que no sea así).Quise elevar una profunda oración por aquellas personas y sus familias. En ese preciso momento, fuegos artificiales de mil colores aparecieron en el oscuro cielo, lo que marcaba el momento final y la culminación del Ironman de Niza 2008.

La reflexión
Ese día en particular, me demostró la fuerza tan destructiva, y hasta mortal, que puede tener una combinación de factores que se integran en el Ironman: La descomunal distancia total de 226km., el implacable y abrasador calor, los errores estratégicos, un segundo de desconcentración en la bicicleta, unos miligramos menos debajo del nivel mínimo de sales corporales que pueden ser fatales, la hipoglucemia (baja en el nivel de azúcar) etc. Esas “pequeñas grandes” diferencias son cruciales y decisivas, como en la vida misma.
Los 1954 triatletas que acabamos la prueba, nos demostramos a nosotros mismos que pudimos y tuvimos la fortuna de finalizar esta extenuante prueba. En muchos casos, no solo eso, sino también tener un desempeño realmente impecable. (Se rompieron muchas marcas personales y por categoría de edad en este, el Ironman más duro de la serie, después del de Lanzarote, España).
En cuanto a los resultados estadísticos, me quede con una mini espinita con mi tiempo final, (irónicamente esta fue mi mejor ubicación histórica dentro de la tabla de mexicanos/as) y como dije, las pequeñas grandes diferencias son cruciales, y quizás esos minutos menos muy probablemente hubieran sido la diferencia entre acabar o no en la enfermería. Mas terminé sin un solo rasguño, muy alerta y consciente, y sobre todo sano y salvo (como después del tornado del sueño premonitorio.
Gané mucho más que una hermosa medalla y una simbólica camisa de finalista, salí ganando nuevas, y lo que potencialmente pueden ser, hermosas amistades; y especialmente estreché aún más los ya entrañables lazos de amistad con viejos y viejas amigos/as.
Gracias, gracias, gracias, millones de gracias!!!! A: Dawn, mi familia mexicana e inglesa, y a mis amigos y amigas. Todos/as ellos/as me han apoyado incondicionalmente en estas locuras, que espero poder seguir haciendo hasta que el cuerpo aguante - el participante hombre más viejo del triatlón Ironman tiene 82 años; la más mujer más vieja es una monja de 77 años de edad-. Así que todavía queda cuerda para rato!

Fotos: Catherine Fiant, Miku, Marathon-Photos y Patrick Gauthey en: www.Flickr.com

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